8/27/2008

Historia de una lamentable farsa


No me queda más que afirmar que nada de lo que dice la nota es verdad. Me siento moralmente humillado, reducido a la categoría de un mero objeto sexual.





8/26/2008

La confusión es clarísima

La miseria alegra la contemplación
El escudo agrieta el ser
La devolución afirma el alma
Las bestias sugieren un paraíso
El espanto arma envoltorios de regalo
La ciudad es de piedra
La claridad del día enaltece las estrellas
El camino sinuoso empieza en la mujer
Los desperdicios de la euforia corrompen el músculo
El espacio es deshabitado por el tiempo
La incertidumbre fija el precio más alto
Los esfuerzos se licuan en una presencia
La mirada no puede faltar
El rebote del odio salpica las ventanas
En el techo no hay nada
Y tal vez todos hayamos sido músicos
Las cosas tienen saco
La red es imprecisa como la vida
No hay mascotas de dioses
No hay tronos que ensangrentar
Los labios se editan
Y todo sigue con mínimas diferencias.

8/24/2008

ANDREA, o ese pequeño acto de prostitución diario

Llegué a la oficina y mientras me sentaba ya estaba discando el número de uno de los bares que ofrecen el servicio de cafetería en el edificio. Antes de ocuparme de los temas del día, antes de abrir la agenda y zambullirme de lleno en esa vorágine indefinida que llaman ‘gestión’, di el habitual paseo por los blog de esos amigos desconocidos que uno fue gestando durante el último año, para terminar en el propio, constatando cuántos navegan después de las tres de la madrugada, que fue cuando cerré mi conexión en casa.
Ya me impacientaba –no puedo desprenderme del aliento del puro de la noche si no bebo una taza de café– cuando un muchacho desgarbado, con algunos pelos azules mal disimulados por el pegote que le aplastaba la cabellera al casco, en un vano intento de parecer prolijo, golpeó tímidamente la puerta entornada de la oficina, con una bandeja en la otra mano.
Me quedé mirándolo hasta que comprendí que traía el pedido.
–Pasá. –dije de no tan buen modo.
Con un no muy efectivo intento por disimular su inexperiencia en tan noble oficio, depositó la taza mediana de café y el vaso grande con soda sobre el escritorio negro y me preguntó si me servía azúcar o edulcorante. Respondí con la célebre frase que heredé de un gordo amigo, que suele sentenciar a la hora de la sobremesa y luego de una histórica bacanal, ‘una caloría menos, es una caloría menos’.
Pagué los $ 4 por el servicio y el muchacho se perdió entre las oficinas del pasillo, llevando el resto de los pedidos.
La mañana se deshizo en breves minutos. En algún momento la figura de Andrea apareció luminosa enmarcada en la puerta,
+/- Continuar leyendo

abriendo su otra puerta; una sonrisa franca y hasta un poco pícara, una sonrisa como las que tienen esas mujeres que saben de su influjo sobre el entorno y pueden regularlo con cuentagotas, dirigirlo como un misil hacia un blanco determinado, o enarbolarlo como la más infranqueable de las murallas.
–Permiiisooo... –dijo mientras avanzaba hacia el interior y la luz de los ventanales del pasillo contrastaban la sinuosidad de su figura, mal encubierta por ese guardapolvito blanco de moza.
–Vengo a retirar la vajilla.
Y mientras la miraba en silencio, ella levantó el platito y lo depositó en la bandeja, acomodó encima la taza, recogió el vaso vacío y tuvo la delicadeza de limpiar la superficie del escritorio con un paño. Yo seguía mirándola, y ella seguía mis ojos, sin dejar de sonreír.
Cuando se estaba por retirar, el pregunté
–¿Por qué no me trajiste el café personalmente?
Por un instante abandonó la llave que le abría todos los caminos y se puso seria.
–No pude venir, tenía otros pedidos que entraron antes, así que el dueño lo mandó a José, el chico nuevo, para que atienda este piso. Pero fui yo la que se ocupó de que le llegue como se lo traigo siempre: bien caliente, mucho café y un toque de leche. ¿Por qué me lo pregunta? ¿No lo trajeron así?.
Nuevamente segura de sí, recuperó el gesto que encendía su cara hasta opacar el brillo de esos ojos marrones y grandes.
–No. No pregunto por eso. –me quedé un segundo buscando las palabras y continué–. Sentate. Vamos a hacer unos números. Nos va a ocupar apenas unos minutos.
Un poco incómoda, dejó la bandeja sobre la tabla y se sentó en la silla frente a mí.
–Primero –dije con algo de solemnidad, como si fuera a revelarle un gran secreto– quiero que pongamos algo en claro. En este piso, la mayoría de los que piden el desayuno son hombres. El servicio lo ofrecen al menos tres bares, pero casi todos solicitan el servicio del bar en el que trabajás. Los otros ofrecen lo mismo, con la misma calidad, pero a menor costo y además incluyen algún tipo de adicional; galletitas; escones; jugo artificial en lugar de soda... Sin embargo siguen prefiriendo el servicio que vos les traes habitualmente ¿Por qué creés que eso ocurre?
– ... –parpadeó
–Te lo voy a decir sin vueltas. Debés tener entre 19 y 22 años, sos atractiva; simpática; entradora. Tenés una figura que despierta un caos de deseos. Casi todos esos hombres pagan la diferencia para que el desayuno se lo traigas vos. Y ese es mi caso. No importa que yo te doble en edad; pago para verte, para intercambiar algunos escarceos verbales, ‘el chichoneo’, como se le suele decir. Para verte llegar, sonreír, para ver cuando te vas. Para olvidarme sabiendo que en algún momento volverás a entrar en escena a retirar la vajilla. Un juego simple que dura el tiempo que tardás en dejarme el café, y del que te creo plenamente conciente. ¿Se entiende?
–Si, creo que sí, aunque no me guste mucho... –balbuceó mientras los colores le subían a la cara y unos rulos se le soltaban sobre la frente haciéndola más bella.
–Sé que te puede resultar duro, pero podemos decir que este contrato no escrito se parece a la prostitución, y quizá lo sea. Nuestro pequeño acto de prostitución diario. Pago de más para verte. Pago ese adicional que no está relacionado con el café sino con tu persona.
La situación resultaba extraña, percibí cómo todos sus músculos se tensaban, comenzó a restregarse las manos húmedas. Mordió el labio inferior y miró hacia la pantalla de la PC. Me apuré para no desbaratar definitivamente la situación, o para tratar de retenerla antes de que lagrimeara y saliera corriendo por el pasillo como si la hubiese violado.
–Pero no hay por que ponerse mal, hay que tomarlo con naturalidad –insistí– ocurre a diario, en cualquier tipo de negocio. Algo de esta pequeña prostitución aparece casi siempre en cualquier transacción, y muchas veces excede la simple oposición sexual. No creo que te mancille, que te ensucie, es algo que, en definitiva, hay que saber utilizar. Para nuestro caso puntual, la cosa es así: cada vez que solicite mi café, me lo traés vos. Si no podés, ocupate de hacérmelo saber. Ese día no desayunaré. Si no te gusta, me lo decís ahora, y terminamos el ‘contrato’. No será lo mismo, pero me ahorraré unos pesos a fin de mes, aunque la cara del mozo del otro bar me sea tan indiferente como la infografía del cuadro en la pared. Te digo más. Te voy a decir la verdad –lo cual era una mentira–, quizá hasta deje de tomarlo. El café no me gusta, comencé a pedirlo cuando viniste a ofrecerlo ¿soy claro?
–Clarísimo– me respondió, tratando de reacomodarse y forzando una nueva sonrisa.
Después se paró, recogió la bandeja y nos saludamos cordialmente. La mitad de la mañana ya había transcurrido.
Le di vueltas al asunto unos minutos mientras leía un acta de acuerdo de transferencia de recursos entre sectores de la compañía. Recibí gente de Administración que me hizo llenar un formulario para un trámite de certificación de firma. Mi jefe me llamó rabioso por un desvío en uno de los objetivos. Amenazó con enviarme a otra sucursal de menor categoría en otra ciudad (la amenaza me pareció más una oportunidad que un castigo) si no lograba revertir la tendencia en los próximos meses.
Sobre el mediodía, el marco de la puerta de la oficina volvió a lucir la figura de Andrea, esta vez sin bandeja. Se quedó en el umbral sonriendo con sus ojos chispeantes, más chispeantes de lo habitual, divertida. La miré y sonreí como diciéndole ‘¿y ahora?’
–Como los otros bares ofrecen el almuerzo, el nuestro decidió también incorporar ese servicio. Estoy recogiendo los pedidos; se puede elegir de entre cuatro menús ejecutivos, es un poco más caro –y remarcó, dejando ver en toda su amplitud el arco de sus labios carnosos y húmedos: pero en su caso exclusivo, si decide tomarlo, lo traeré yo misma.
Me quedé admirándola unos segundos, envuelta en ese halo de luz de mediodía.
–No –dije sonriendo– no suelo almorzar, pero no dudes en avisarme cuando puedas ofrecerme el servicio de la cena.

8/18/2008

Nuevos Soportes Para Las Letras



Por ahora, para ir tomando conocimiento...

AFUERA EL MUNDO ES IMPRECISO

Mientras tras la puerta el cielo volaba en astillas de lo que alguna vez fue y el humo aterciopelaba cualquier imagen nosotros nos acariciábamos hasta sacarnos sangre como si nunca el sol hubiese impregnado nuestros cuerpos con sus rayos. La muchedumbre se agolpaba en las calles, consumida por estímulos encontrados y arrebataba los escaparates de los shoppings para llenar el vacío existencial. El ruido confundía hasta el calor de las expresiones y los cuerpos eran monigotes de un ubicuo vaho de frenesí; las máquinas doblegaban su destino original hasta anular los sentidos de sus dueños. Podían caernos las peores bombas, no por eso dejaríamos de hundir nuestros dedos, regurgitar la humedad hasta que un solo río corriese por espaldas dobles. Las palabras ya no tenían sentido y mi mano se enredaba con el rubio volumen de tu monte; tus dedos hurgaban mi farol que incendiaba el cuarto, emitía su luz en pulsaciones, oscilaba bajo la precisión doméstica de tu mano que izaba y bajaba una bandera de placer, escribía casi sobre tu vientre un código ancestral con tinta que la mañana borraría antes de que los vidrios estallaran; el piso se hundiese y el techo finalmente sepultara el interminable éxtasis. Me mirabas en el espejo oval, te mirabas artera en él y abrías tu espesura para que devolviese el gesto. Las figuras se repetían, pero eso no era lo importante: de regeneraciones está hecha la delectación, y de gestos, el amor. Como una pantalla a medida, la oscuridad brillante de tus orificios desmenuzaban los minutos y el telar que se hundía a cada movimiento impregnaba como una pintura extraña, implantada en sombras, jugos y deslices. Las paredes temblaban un poco, quizá en resonancia con la frecuencia que requiere Onán, o plagiando la turbulencia de la guerra, queriendo irrumpir y resquebrajar nuestras oscilaciones, secar la baba que lubrica el ardor, domeñar las encontradas lenguas.

Afuera, el mundo es impreciso, y la multitud una tentación. Como en una película que se quema sobre el final, el blanco enceguece, y devora la variedad. No habrá otras oportunidades, la locura es un cáncer que equipara todo, y tanta igualdad no es más que el desierto. Antes de estallar mutuamente, el silencio, el último gran silencio, nos envuelve en generosa intimidad.

8/17/2008

El Otro Muñeco

Hablando de ventrílocuos...

8/12/2008

Cartel del Cartel de la Novedad

Esparce el esperma gráfico las cíclicas novedades como astucias aniquiladas en su propia sutileza, un cartel del cartel. Violencia que se vende como manteca y en el techo no hay nada, no hay. Horizonte que se abre hacia un cielo que no existe y en serie las nubes se cubican. Desandar la aduana del dolor sin placer. Oid mortales el grito sagrado. La especie se ahoga ahora y la lluvia no dejará títere con cabeza. No debió la página abrirnos juego, las imágenes se plagian, el rubor es solo un color, el arco del triunfo de esas piernas es uno y todos. El pubis delicado y esplendoroso, estetizado y ofrecido en su eternidad de deseo. La novela está siempre terminando, y el soplo del viento barre solo las hojas. Los números son ambiguos, tanto como las palabras. El resto es himno. Nosotros, un acorde desafinado un día martes de agosto.

Nación Apache: Jornadas Culturales


Ciclo de debates a realizarse los miércoles 3, 10, 17 y 24 de Septiembre / 1 y 8 de octubre.
Temas: Lo escrito y el futuro de la cultura. Transmisiones del saber: los desplazados de la educación, políticas de dispersión, operaciones de comunicación, lo banal. Las artes y la conjugación tecnológica. La experiencia colectiva: tribus y territorios, escritura y disidencia, políticas del silencio. El futuro como ficción: destinos postindustriales y destinos individuales, el sujeto del futuro, el borde sudamericano. Dos años de Nación Apache: la cultura como ámbito gratuito y colectivo: los blogs, de lo virtual al papel... + >> http://www.nacionapache.com.ar/archives/2327

8/09/2008

Festival RESONANTE




8/03/2008

EN LA REGION DEL AIRE



Yo te beberé, yo te conducirá a la muerte,
pero antes haré que conozcas todos los placeres del amor”
del poema “Lililth” de Carmen Bruna

"Alado soy, y no por propio deseo sino porque los femeninos lazos, que leves me envuelven en un abrazo, zumbantes me remontan entre velos. Mojadas sábanas en miel abismo, ésta cae de paralelas bocas, borbotante dentro de mi boca y rebosa los labios no ya míos sino de otros labios, distintas lenguas. Tenues surgieron anhelando anhelos, desdobladas por arte y convergencia de rígido manantial y narciso. Cerca de la luna el lecho tendieron donde soy su néctar y son el mío. "

Capítulo 9 de 'del Señor S solo sueños', J Dipré y J Yakoncick

MALDITOS JUEVES!!, en Córdoba

"En agosto, el ciclo de artes visuales, literatura y música "Los jueves malditos" reunirá en el edificio de La Rioja y General Paz una selección de propuestas estéticas disidentes, con un criterio de convocatoria que copia de los hormigueros la idea de un caos eficiente. Una ensalada de hermosas abominaciones culturales pondrá en escena algunos de los lados oscuros de la ciudad sin puerto. Iván Ferreyra, director de Recovecos, ideólogo del blog Un mundo sin Jorges (http:matemosajorge.blogspot.com) y autor de la novela El resentimiento, está detrás de escena, en un lugar que parece elegir para hacer que, a pesar de sus ausencias, en Córdoba pase algo."