8/18/2008

AFUERA EL MUNDO ES IMPRECISO

Mientras tras la puerta el cielo volaba en astillas de lo que alguna vez fue y el humo aterciopelaba cualquier imagen nosotros nos acariciábamos hasta sacarnos sangre como si nunca el sol hubiese impregnado nuestros cuerpos con sus rayos. La muchedumbre se agolpaba en las calles, consumida por estímulos encontrados y arrebataba los escaparates de los shoppings para llenar el vacío existencial. El ruido confundía hasta el calor de las expresiones y los cuerpos eran monigotes de un ubicuo vaho de frenesí; las máquinas doblegaban su destino original hasta anular los sentidos de sus dueños. Podían caernos las peores bombas, no por eso dejaríamos de hundir nuestros dedos, regurgitar la humedad hasta que un solo río corriese por espaldas dobles. Las palabras ya no tenían sentido y mi mano se enredaba con el rubio volumen de tu monte; tus dedos hurgaban mi farol que incendiaba el cuarto, emitía su luz en pulsaciones, oscilaba bajo la precisión doméstica de tu mano que izaba y bajaba una bandera de placer, escribía casi sobre tu vientre un código ancestral con tinta que la mañana borraría antes de que los vidrios estallaran; el piso se hundiese y el techo finalmente sepultara el interminable éxtasis. Me mirabas en el espejo oval, te mirabas artera en él y abrías tu espesura para que devolviese el gesto. Las figuras se repetían, pero eso no era lo importante: de regeneraciones está hecha la delectación, y de gestos, el amor. Como una pantalla a medida, la oscuridad brillante de tus orificios desmenuzaban los minutos y el telar que se hundía a cada movimiento impregnaba como una pintura extraña, implantada en sombras, jugos y deslices. Las paredes temblaban un poco, quizá en resonancia con la frecuencia que requiere Onán, o plagiando la turbulencia de la guerra, queriendo irrumpir y resquebrajar nuestras oscilaciones, secar la baba que lubrica el ardor, domeñar las encontradas lenguas.

Afuera, el mundo es impreciso, y la multitud una tentación. Como en una película que se quema sobre el final, el blanco enceguece, y devora la variedad. No habrá otras oportunidades, la locura es un cáncer que equipara todo, y tanta igualdad no es más que el desierto. Antes de estallar mutuamente, el silencio, el último gran silencio, nos envuelve en generosa intimidad.

5 comentarios:

anais dijo...

El silencio, el silencio...

UFA CON EL SILENCIO!!!!

Y MUCHA MÁS UFA SI VIENE CON PUNTITOS!!!!!

Un besote, Jor!

Güena salú y malos istintos.

P.

Sibila de Cumas dijo...

uy uy uy ese silencio final es generoso e intimo, a mí me ha gustado mucho, es un contrapunto con todo lo q sucede del otro lado de la puerta. Pero es tan íntimo q me quedó una, tonta quizá, duda: ¿qué hace Onan allí? ¿O será cierto aquello de que en realidad siempre hacemos con nosotros mismos el amor (Aún en plena orgía)?
Placentera descripción también, aunq no me gustaron un par de metáforas como mástil o enhiesto.
Un beso

Sibila de Cumas dijo...

¡Me olvidé de decirte que la mirada artera en el espejo oval de ella es una imagen que me gustó mucho!

Jorge Alberdi dijo...

Vero: Onán tiene mucho que ver en este texto, y tiene que ver con un mayor grado de intimidad. Sí, lo de enhiesto es un exceso, con farol alcanzaba, lo corregiré.
Besos onanistas

Anónimo dijo...

No te dije! son unos pajeros, vulgares pajeros intelectuales...
unas mierdas latinoamericanas