tag:blogger.com,1999:blog-324791462024-03-05T03:34:21.199-08:00El Ventrílocuo¿Quién habla por quién?Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.comBlogger102125tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-30673523689395300222011-07-31T19:21:00.000-07:002011-07-31T19:23:50.834-07:00EL SUEÑO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2ZEe7ghkhd91dW7nAfLvbAbJ-jnvKFAm2XhecApzojIgyOB22xIetphKkpCh3ak5Q51kR0VDdamf5LJFxKOJtt9BjZwLGV5xCEo_lh1c2exh3q9NutwqmJ-dNwgb7OJLYN1mpew/s1600/sill%25C3%25B3n+1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; height: 150px; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; width: 199px;"><img border="0" height="150px" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2ZEe7ghkhd91dW7nAfLvbAbJ-jnvKFAm2XhecApzojIgyOB22xIetphKkpCh3ak5Q51kR0VDdamf5LJFxKOJtt9BjZwLGV5xCEo_lh1c2exh3q9NutwqmJ-dNwgb7OJLYN1mpew/s200/sill%25C3%25B3n+1.jpg" t$="true" width="200px" /></a></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><span style="font-family: Calibri;"><strong><span style="color: orange;">Tengo casi cincuenta años</span></strong>, y hoy me desperté, a regañadientes, de un sueño voluptuoso. No soy de los que recuerdan lo soñado, salvo raras excepciones. Como en todo sueño, no podía precisar dónde estaba, ni qué hacía allí. Me encontraba sentado a una mesa con otras personas, probablemente en algún bar muy concurrido porque el ruido de las conversaciones, mezclado con el de la música, era alto y nos obligaba a inclinarnos para escucharnos. Además, todo el tiempo circulaba gente que nos rozaba o nos empujaba distraídamente. A mi lado había una muchacha muy joven, con un vestido que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas. Un vestido que hoy no se usaría porque era de una tela estampada, muy liviana, abotonado a lo largo de la parte delantera. Yo sabía que había llegado con ella, aunque eso estaba fuera del sueño, o la vigilia borró partes del mismo, de a poco, con el avance del día, como fue diluyendo detalles, percepciones y hasta las sensaciones en la piel con las que desperté. El cabello le caía casi hasta los hombros, castaño y ondulado. Hablaba animadamente con otra de las chicas sentadas a la mesa y con el muchacho que tenía al frente.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><span style="font-family: Calibri;">El ruido en el lugar crecía y cada vez debíamos alzar más la voz para entendernos. En un momento la chica se apoyó en mi hombro y me habló al oído. Su voz lamiéndome aceleró la sangre y de inmediato comencé a tener una erección. A partir de allí, las otras personas, el lugar mismo, todo, pasó a ser solo un contexto lejano. Apoyé mi mano sobre la rodilla y pude sentir la tibieza y la suavidad de su piel. Ella apoyó su mano apenas sobre la mía, como un gesto de aprobación, mientras seguía hablando con su compañera. Yo la miraba. La miraba y no la oía. Contemplaba su perfil; el cabello que, a modo de delicados resortes, armonizaba con su gesticulación; las aletas de la nariz respirando, todo como en una película sin sonido. Mi mano subía lentamente hacia arriba, donde la calidez aumentaba y la piel se tornaba más delicada al tacto. Las piernas se abrieron un poco más, facilitándome la tarea de llegar hasta el fondo. Créanme que, cuando mis dedos despegaron la tela de la bombacha, una prenda leve que apenas se ajustaba al cuerpo, y se deslizaron hasta su pubis, sentí la rugosidad de los vellos, a la vez suaves y crujientes, con una sensibilidad táctil que difícilmente hoy posea. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><span style="font-family: Calibri;">Yo seguía mirándola. En ese momento su conversación se alteró, como si hubiese tragado saliva. Terminó la frase, se dio vuelta y me miró unos segundos antes de inclinarse para besarme. Uno de mis dedos ahora jugaba, moroso, en su interior y me transmitía una humedad deliciosamente viscosa, mientras otra humedad, la de su lengua se abría paso enloquecida en mi boca. Nos fundimos en negro para aparecer en otro lugar.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><span style="font-family: Calibri;">Un sillón conocido en una casa desconocida, donde me encontraba sentado, con ella encima, el vestido desabotonado y sus tetas firmes y pequeñas, ofrecidas a la batalla de las manos y la lengua como armas infalibles. En el reflejo del ventanal lateral la veía ascender y descender mientras mi boca se esmeraba en el largo recorrido desde su entrepierna hasta sus labios ansiosos. La tomé de las nalgas y la fui apoyando sobre la pija, buscando que esa herida jugosa empezase a ceder mientras mis ojos se encontraban con sus ojos marrones antes de que los cerrara con el primer gemido profundo. Muy despacio y apretadamente me fui introduciendo.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><span style="font-family: Calibri;">Me desperté sintiendo su guante amoroso deslizándose y latiendo aún en el pene, y el aliento sobre la cara, como un fantasma que empieza a disolverse.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><span style="font-family: Calibri;">Como dije, tengo casi cincuenta años, pero descubrí a uno de veinte que también me habita, y no es otro más que yo.</span></span></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-77567667805380623962011-07-15T18:07:00.000-07:002011-07-15T18:12:53.962-07:00SALVEN A LOS ANIMALES<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language:ES-MX"><b><span class="Apple-style-span" >No podría</span></b> decirse que Rubén Sandri no tuvo opción, si bien a esa velocidad, decidir parece un verbo de uso restringido. También es opinable que, ante una situación crítica, la razón deje paso a esa entidad intangible que es el inconsciente para cederle el control. Una acción instintiva, aducirán muchos, es la más genuina expresión de la persona; es un momento de verdad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language:ES-MX">Yo estoy convencido de que Rubén, aún en esa fracción de segundo en la que el perro amaga a cruzar la ruta a su derecha y el chico sale del camino de tierra con su bicicleta y endereza por la banquina izquierda, pudo decidir, e hizo la maniobra que le indicaban sus convicciones.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><i><span class="Apple-style-span"><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language:ES-MX"><o:p> J A </o:p></span></span></i><i><span class="Apple-style-span">(abril 2010 - crónicas del agujero)</span></i></p><p class="MsoNormal"><i><span class="Apple-style-span" ><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2011/07/salven-los-animales.html">http://ventrlocuo.blogspot.com/2011/07/salven-los-animales.html</a></span></i></p>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-10976789383219518382010-08-01T15:18:00.000-07:002010-08-01T15:23:42.261-07:00CÍRCULO ADMIRABLE<div align="justify"><strong><span style="color:#66cccc;">Muy joven aún</span></strong> para las glorias de las Letras, tuve ocasión de acercarme a un escritor de considerable reputación. Además de pedirle que autografiara su último libro, me animé a confesarle que mi solicitud no era un mero cholulismo. Me acerqué a él porque lo admiraba. Se distrajo firmando un par de ejemplares para unas señoras muy pintadas y aromáticas, balbuceó un par de palabras, alguna sonrisa tartamuda de agradecimiento y me devolvió la atención. Qué interesante, me dijo sin afectación, yo cuando empecé admiraba a X, y aún sigo admirándolo, por más que mi escritura se aleje de lo que él hace. Cruzamos algunas palabras más y la marea mediática de la feria se lo llevó iluminado para una nota en la TV (nunca supe en qué canal pasan esas entrevistas).</div><div align="justify"><br />Años después, esta vez en una C<em>onvención</em> que me tenía entre sus jóvenes promesas, me encontré con X, un hombre un tanto mayor que yo, pero no tanto como se podría pensar. Era una de las figuras centrales del encuentro, y el hecho de compartiésemos ponencias; almuerzos y cenas hizo que nos franqueáramos cierta confianza. La última noche, luego de las exposiciones finales, cenamos uno a la par de otro y cuando el vino había instalado un aura de camaradería en toda la sala, le conté de aquél otro escritor y de la admiración que le profesaba el mismo. Notable, me contestó, nunca lo hubiese imaginado, por el contrario, siempre creí que él subestimaba mis libros. Ya en un tono de generosa confidencia X me dijo que, de los autores locales, admiraba a Z.</div><div align="justify"><br />Finalmente <em>las Letras</em> me hicieron un pequeño, ínfimo, lugar entre sus glorias. Z era un autor rutilante, además su personalidad enigmática; su porte de viejo aventurero; elegante y seductor, acaparaba la atención estuviese donde estuviese. En cambio yo tenía tendencia a desaparecer en las reuniones con más de tres personas; me quedaba en los rincones atento al despliegue del resto de los asistentes; mi ámbito eran los “suburbios sociales”. Sin embargo, pese a mi asumida timidez, si tenía interés en entablar conversación con alguien en particular, no dudaba, me lo imponía y allí iba. Eso ocurrió durante la entrega de unos premios nacionales; Z había sido uno de los cinco integrantes del prestigioso jurado que había determinado al campeón de la palabra en el tradicional certamen. Si bien no alcancé esta vez a subir al podio, una mención menor me tuvo entre los invitados. En un momento estuvo frente a mí, sirviéndose un vaso de vino tinto y nos pusimos a charlar. La conversación se fue deslizando por una idea que tenía Z acerca de los suplementos culturales de los diarios –de los cuales se servía– y del mercado editorial, que dejaba afuera a muchos escritores de valía. De pronto mencionó la palabra mágica, dijo que le <em>admiraba </em>la labor solitaria de varios de ellos que aún sabiendo que jamás entrarían dentro del canon no cejaban en su intento de expresarse como creían, al margen de los dictámenes de la academia o del mercado. A esa altura X había alcanzado fama internacional, incluso superior a la que ostentaba Z. Le conté la anécdota, y me animé a más, le dije que me interesaba profundamente conocer a quién admiraba él. Z llevó la cabeza hacia atrás, me miró socarronamente y levantando la copa de vino me dijo: ni lo dudés muchacho, a vos.</div><div align="justify"> </div><div align="justify"></div><div align="justify">J A (2010) </div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-9955793467218202462010-05-13T19:24:00.000-07:002010-05-13T19:33:00.148-07:00EL REFLEJO<div align="justify"><strong><span style="color:#ffff99;">Los perros</span></strong> que me muerden desde adentro mientras el horizonte se quiebra y la ventana proyecta una sombra sobre los marcos de las fotos que no distingo e ilumina las paredes blancas de la oficina. Las borraduras del estereotipo quemadas por la mirada vacía cuando el dolor de las dentelladas cesa y uno se aferra a ese único segundo que va desde la profundidad de la nostalgia a la euforia fugaz de la felicidad. Después, los perros mastican y mastican y las voces de las autoridades me dan náuseas el juego se estupidiza, la pose y la pregunta, esa sensación de inutilidad que prensa más que las mandíbulas del carroñero, y la vida se va goteando.</div><div align="justify"><br />Por la ventana veo el andar mudo de una mujer que se detiene y acomoda el pelo ante el reflejo creyéndose sola en el mundo y pienso en su felicidad. Las tapas de una revista se enredan en la brisa de un otoño extraño y las hojas de los árboles son una ilusión en la gran ciudad mugrienta, maloliente. Sin embargo hay algo de belleza en la naturaleza urbana cuando imagino este lugar antes, antes de nosotros, yermo, quemado por la seca, u oxidado por una vejez que no tendrá límites. Las variables tienden al infinito y eso es lo peor, su finitud es cuestionada a cada momento. Los perros vuelven y en la esquina un auto choca a otro que enviado sin control sobre la vereda embiste a la mujer que hace unos segundos se acomodaba el pelo ante el espejo de mi ventana sin verme. Todo se sucede precariamente, con un orden secreto provocado por la fragilidad de lo que somos. Mañana pasaré por allí y encontraré un zapato blanco y solo, gastado de mejores días y me preguntaré por el color de los ojos de la mujer embestida o si ella es apenas ese zapato extraordinario abandonado en el cordón de la calle intentando ganarse algo de esa luz lúgubre que prevalece como anuncio de un invierno ciclotímico. </div><div align="justify"><br /></div><div align="justify">La aridez de la estupidez y la premura de lo que perdura encienden los dedos del escriba maldito que se va en los tipos desobedientes de toda armonía. Los espectros son cada vez más rotundos y la parálisis no tiene remedio ni conjuro. Se va como en sangre a despoblar los ductos laberínticos de una forma que no hallará cauce. Los perros con su dolor anuncian la blandura, representan lo que son, una especie de ser mitológico olvidado por los poetas y recuperado por la miseria. No sirve gritar. Nadie oye. La mujer se acomoda el pelo y hasta se endereza un poco para levantar los senos antes de seguir camino a su muerte. Pienso en su felicidad. En lo que cavila en ese momento frente al ventanal qué perros la muerden qué infinito la desprecia qué eternidad la seduce qué olvido la sentencia.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"> </div><div align="justify"> </div><div align="justify"><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/05/el-reflejo.html"><span style="font-size:85%;"><em>http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/05/el-reflejo.html</em></span></a></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-68975444142914146442010-04-02T17:00:00.000-07:002010-04-02T17:03:38.517-07:00Dialoguitos— Pero yo le dije que no me siguiera, y usted lo hizo…<br />— Se equivoca, muchacho, no lo seguí. En todo caso, caminamos el mismo camino.<br />— ¿Le parece?<br />— No<br />— ¿Entonces?<br />— Entonces… usted pregunta demasiado ¿no le parece?<br />— Ahora es usted el que pregunta<br />— Volvemos a empezar; yo lo sigo; yo pregunto ¿qué más?<br />— Nada.<br />— ¿Nada?<br />— Sí, nada. Usted por su camino, y yo por el mío.<br />— Qué fácil. Cada uno por su camino. Como si no fuese ese el problema…<br />— Qué problema<br />— Empezamos de nuevo con las preguntas capciosas<br />— ¿Capciosa? Capciosa sería una argumentación, o una sugerencia, para arrancarle una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca a algún propósito mío.<br />— Bueno. Y qué. No hace eso. Confundirme para que nuestros caminos coincidan.<br />— Pero si soy yo quien le pidió que no me siguiera…<br />— Y por qué está tan seguro de que yo lo sigo. Pienso que es al revés ¡Usted me sigue a mí, jovenzuelo!<br /><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/04/dialoguitos.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/04/dialoguitos.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-78696403923849428322010-03-18T19:28:00.000-07:002010-03-18T19:40:40.484-07:00EL GESTO<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_yTFcNHL5vggRyR9IAxRf7QoN7C2Ei4MDrOfvZazzBz-Bn68R3Ru1o-3Sm0IDvXSjdMNf0j04Dx3ffA3rTiH3G2s4CECLGmqxMoCavOoN-EovtpP6Cn6II8TQd-wkJJpneXGfVQ/s1600-h/Stripped.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5450168707462758866" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 281px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_yTFcNHL5vggRyR9IAxRf7QoN7C2Ei4MDrOfvZazzBz-Bn68R3Ru1o-3Sm0IDvXSjdMNf0j04Dx3ffA3rTiH3G2s4CECLGmqxMoCavOoN-EovtpP6Cn6II8TQd-wkJJpneXGfVQ/s400/Stripped.JPG" border="0" /></a> <div><div><strong><span style="color:#ff0000;">Con</span></strong> estas manos<br />que horadaron tu vestido<br />y trazaron un estuario<br />en tu piel.<br />Con los dedos que supieron<br />escribir pero también humedecer<br />los labios para que el aire caliente y estremecido<br />alimentara una nube ínfima<br />y la piel se esparciera<br />sobre el ansia<br />o el sabor de la menta<br />de la mañana<br />de la noche<br />de las sobras<br />que dejabas<br />como un rastro precario<br />mientras<br />de a poco<br />me despedazabas<br />y el alma de los trenes<br />ascendía en humo<br />al cielo de los esfuerzos.<br />Con el estupor<br />cuando<br />te diste vuelta<br />y estas manos<br />en vano<br />el gesto de mariposa<br />muerta en el charco<br />dibujaron<br />aquel verano demasiado caluroso.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Jorge Alberdi</strong>, 2009</span></em></div><div><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/03/el-gesto.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/03/el-gesto.html</span></em></a></div></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-11179523354192864182010-02-22T18:42:00.000-08:002010-02-22T18:44:14.515-08:00EN LA NOCHE<strong><span style="color:#cccccc;">Cada vez</span></strong> que volvés la cabeza<br />en la noche<br />a hurtadillas de tu amor de siempre<br />y en una franja<br />de oscuridad<br />la grieta fulgurante<br />de mi último abrazo<br />el que doblegó las aristas<br />de tus desalojos<br />inundó la cavernosa tempestad de la lengua<br />o martilló sobre tus cruces<br />las tachuelas de la locura<br />te arroja al rito<br />aquello ausente<br />engarza un nuevo riesgo<br />“el futuro no llegó del todo”<br />murmurás<br />y seguís el camino de las baldozas<br />de la fidelidad.<br />Los semáforos cumplen su cometido<br />y la noche cierra su equipaje.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;">Jorge Alberdi, enero 2010</span></em><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/02/en-la-noche.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2010/02/en-la-noche.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-28729644756528907312009-11-15T18:05:00.000-08:002009-11-15T18:09:27.389-08:00LA VISITA<strong><span style="color:#ff0000;">Desde el ojo</span></strong> de la tormenta / las puertas flexibles del pasado.<br /><br />Mordidas lentejuelas / que en la noche se ofrecen / estimulantes imágenes.<br /><br />De algún lado, trémula / del largo día que adormecido / creó el tornado / las trampas del deseo / y todo el parecerse que dobla / brillos clandestinos de aceite.<br /><br />El viento estruja lo que inflama / lo lleva contra la pared / lo arrastra por el suelo / lo sube lo baja de la cama / lo añora en la cocina / lo envuelve como un pulpo, / desvanece la identidad.<br /><br />Desde ese silencio culposo / desde otro lecho / los poros de tu dueño / desde la estirpe en espera / la mixtura del gen y el sueño / la negligencia de las sociedades / el canibalizar de la mirada.<br /><br />De donde sea / para irte con la madrugada / ahíta de leche de estrellas / escaldada en el vértice inquietante / acarreando algo de mí en los pliegues / todos, vacíos de secretos, salvo vos / vos, entera, ardida y esfumada en colonia / descalza / por el jardín de la tibieza que se acaba.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Jorge Alberdi,</strong> noviembre 2009</span></em><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/11/la-visita.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/11/la-visita.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-55147194090879788432009-11-02T17:13:00.000-08:002009-11-02T17:21:35.836-08:00EN LA SOMBRA<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-DojYszihFtoZiXZj2TscLRr8bUH8TjtwncqLcX2qBmy3qaa0OW6mhOLF5_dFFYJMWmMwicOCZtW91-XKqS8aXWGPKdfKnLbSGF7XcSUR4IGZpvDEFNtdCd4QfjZgowWFMuGtVQ/s1600-h/bailando+con+la+sombra.jpg"><strong><span style="color:#ffcccc;"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5399680394839931506" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 214px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-DojYszihFtoZiXZj2TscLRr8bUH8TjtwncqLcX2qBmy3qaa0OW6mhOLF5_dFFYJMWmMwicOCZtW91-XKqS8aXWGPKdfKnLbSGF7XcSUR4IGZpvDEFNtdCd4QfjZgowWFMuGtVQ/s320/bailando+con+la+sombra.jpg" border="0" /></span></strong></a><strong><span style="color:#ffcccc;">En</span></strong> la hoguera<br />del cuerpo que prende<br />las luces del árbol navideño<br />y amarsala la vida<br />en su combustión,<br />Yo me he pronunciado<br />a gritos,<br />en la quebrada del espasmo<br />ahuyentando viejos rencores<br />apelando al incierto resabio del recuerdo<br />endemoniado bebedor<br />de valles con sortija<br />una ruleta que rueda<br />y se posa en el 0.<br />Yo he sonreído<br />a la voz en el teléfono<br />dejándole entrever mi ironía<br />que no es más que un mohín<br />un tono, un acento, un cambio de ritmo<br />un minúsculo gesto de derrota.<br />Yo enloquecí en las pendientes<br />sin asidero de tu arrojarte al vacío<br />y como autómata dejé que la mirada<br />inundara los planos de lo que siempre concurre<br />pero detrás de un vidrio fosforado.<br />Velos, texturas, un baile en la sombra.<br />Sin final, no hay final<br />para el ciclo que te mata y te revive.<br /><em><span style="font-size:85%;"><br /><strong>Jorge Alberdi</strong> /(borrador) noviembre 2009</span></em><br /><div></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-61921728677792087322009-10-25T18:41:00.000-07:002009-10-25T18:46:25.615-07:00TODAS ELLAS<div align="justify"><strong><span style="color:#ffcc66;">La última foto</span></strong> estaba amarilla porque había estado en los estantes de una repisa, y una sobre otra habían dejado diferentes veladuras. Pero las recuerdo bien. Tenía unos años menos, y recién su cuerpo comenzaba a desplazar a la niñez. Su mirada era verde como un lago durante un día nublado, y ya chispeaba ese brillo hipnótico que conocí luego. Después estaban las otras fotos, más actuales, y aquellas que ya nos sacábamos juntos, en los andenes del ferrocarril, cruzando las vías, o de espaldas, subida al caballo que te llevaba delante de mí. La que perdura es una foto grande, con tu espléndida cabellera suelta, y una sonrisa metida en un pensamiento que nadie podría asegurar que era para mí.<br />Ahora, todas esas imágenes deben estar retorciéndose al calor de la pequeña hoguera. Mi madre amenazó con hacerlo la última vez que volví al pueblo. No podía seguir guardándolas, ahora que estaba casado; sentía como que era ella la que traicionaba a Susana. Le pedí que no lo hiciera, que la próxima vez me las llevaría.<br />En estos momentos, estoy seguro, quema esas fotos y otras tantas, y también los atados de cartas resecas, y otros recuerdos, no todos de ella. Allí está un poco mi pasado. Y si está mi pasado, está mi presente, porque no puede ser de otra manera. Eso es lo que no se entiende ¿por qué tengo que desprenderme de todos esos recuerdos como si hubiese sepultado con una nueva mujer a todas las otras?<br />Estoy hecho de pedazos, y ahora la pequeña voluta, la frágil ceniza de un capullo que la hoguera eleva, tal vez una entrada a un cine, o una servilleta con palabras del momento, escribe por unos segundos el cielo. Estoy hecho de fragmentos perfectamente ensamblados de amores, no importa que el fuego haga humo del tangible papel. Aquí estoy, trayendo a la memoria un nombre que desencadena sensaciones que no se repetirán, por suerte, y ese nombre trae a otro, y también al olvidado.<br />Te veo bajando por las escaleras preocupada por una pollera que te traiciona en ese momento y se abre, y te saludo agradecido de la suerte de que yo subía, justo, medio borracho, y algo te digo, algo referido a tus piernas, a la visión, aunque te sigo mirando a los ojos. Y luego salgo a la calle y ya te olvidé. Estoy solo, mis amigos más cercanos se han ido de vacaciones y entonces deambulo por los bares de la ciudad, charlo con conocidos, adivino para quien es tal mirada, busco entre la gente lo que siempre busco y solo algunas veces encuentro. Es viernes, y mañana trabajo. Me hago el firme propósito de acostarme temprano, pero la noche está fantástica, el bullicio es como un burbujeo en el estómago. Me tomo la última copa, después me voy a casa, tempranito, mañana me levanto hecho una uvita, soy una persona responsable, acaban de otorgarme una guardia en el trabajo, es mucha responsabilidad, no puedo tomármelo a la ligera, como me tomo este penúltimo gin tonic, y ya se van, por qué, el bar comienza a vaciarse. Está bien los acompaño un rato, solo un rato, voy a escuchar algo de música y me vuelvo, o no, mejor me quedo una hora, una horita solamente, si en una hora no pasa nada, me voy a dormir ¡si señor!<br /><br />Aún no hay mucha gente en el local, por eso todavía huelen bien las mujeres que entran, aunque el humo comienza a enrarecer el ambiente; es decir: comienza a darle la naturalidad que debe tener. Es temprano, miro el reloj del que está a mi lado, en la barra. Es un reloj grande, sin agujas, los números pueden verse en la penumbra. ¿Cómo se llamaba su dueño? Creo que le dicen Andy, aunque dudo que se llame Andrés. No sé por qué le dicen así. Me sonríe y me hace señas con la mano en la que ostenta el reloj y la copa. Me señala una flaca que acaba de entrar junto a otras personas. Ahora me guiña un ojo, cómplice. La flaca pasa a mi lado y me ignora, ostensiblemente, pero su amiga, que va un poco más atrás, no deja de mirarme, con una semisonrisa triunfal; se acerca a la otra y le habla al oído. Andy sigue mirándome con esa cara de te acordás de la mina, la volviste chiflada y ahora está en otra, no te da ni la hora. En el pueblo todo se sabe; todos se conocen. Le pido una copa al que está detrás de la barra; un pelado trolo que pasa de bar en bar, de boliche en boliche, siempre manejando las botellas, tratando de pescar algo, negociando alcohol por sexo. O al menos jugando con esa ilusión. Quién se lo va a cojer! Es una vieja puta y achicharrada. No tiene necesidad de trabajar, como muchos de los que están aquí, pero le gusta formar parte, ser amigo de los amigos. Qué carajos quiero decir con ser amigo de los amigos. El puto me habla, me grita casi porque la música ha subido y el lugar se está llenando de voces, risas, murmullos. ¿Qué?. Fernando. Dónde está el pendejo, no lo trajiste. Vos lo cuidás de mí. Me dice. Hace un par de semanas me lo sacaste cuando ya lo tenía en la bolsa, guardabosques. Me río mientras me sirve otro Gin Tonic. No hay peligro conmigo, ya sabe que no entro en su jueguito, aunque me ría y le diga que yo no cuido a nadie, ni a mí mismo. Se fue el del reloj, ahora no tengo referencia, pero no importa, en un rato me voy a dormir. ¿Fernando? Se fue de vacaciones, en carpa, con un par de amigas, no te pongas así. El pibe anda bien y lo aprovecha. Tiene un buen maestro. Ya se te va a dar.<br />Me voy. Mañana tengo que levantarme temprano y quiero estar lúcido. No jodas, tomate otro, este lo paga la casa. La flaca vuelve por el pasillo del costado, su amiga se perdió entre la gente. Se sienta en la butaca que dejó Andy. ¿Cómo andás? Bien. Y Fer. Fernando, el pendejo del que me hablaba el puto (que ahora trata de escuchar nuestra conversación) es su primo. Mientras le contesto la miro, y si bien no voy a reincidir, no puedo dejar de pensar que es linda, aunque me pese la expresión. Preferiría decir bella, en lugar de linda, pero es mi manera de aislar el deseo incipiente. Linda es como insulsa, pero, a decir verdad, si algo tiene la flaca es un atractivo especial. Es muy flaca y alta, pero tiene ese aire de niña inocente que te rompe la croqueta. Cuando la conocí, era natural en ella ese aura; con el tiempo lo fue convirtiendo en una estudiada estrategia. No puede engañarme, demasiado inmerso estuve en su mutación. Se me acerca y me habla al oído. Sé lo que busca cuando hace eso. También yo estoy expuesto, me conoce demasiado bien, sabe de mis debilidades. Encima creo que el alcohol comienza a alivianarme y ya siento como si la luna llena soltara al animalito que llevo contenido. Si hace un rato estaba medio borracho, ahora no sé. Tiene aliento a frutillas, o es su cabello que se expande sobre mi cara mientras me susurra y se ríe. Por suerte llega su amiga gordita y se la lleva empujando muchachos. Antes de salir al patio, se da vuelta y me sonríe. Blanca.<br />Me paro para seguirla, pero la pierdo entre la multitud y las sombras de colores tenues. Mientras me muevo casi a los empujones me doy cuenta de que estoy algo mareado. Suavemente mareado y feliz. Felicidad que dura unos segundos. La música ahora se ha transformado en un furioso rock and roll y opaca el bullicio de las conversaciones. En el patio están bailando. Se fue Andy y se fue mi reloj. Bajo unos escalones el desnivel y me tiro en los sillones del reservado cerca de la entrada. Sigue ingresando gente. Saludo a algunos viejos conocidos, mientras miro las chicas que van apareciendo espumosas en sus brillos, implacables en su producción. Es hora de irse. Pero sigo sentado, mirando y disfrutando el cigarrillo que acabo de encender. De pronto, unos ojos verdes se abren entre un flequillo. Me pide fuego. Le acerco la brasa sin dejar de mirarla. De dónde conozco yo esos ojos maravillosos. Vos sos el de la escalera, me dice. Sí. ¡Sos el de la escalera! No sé de qué me habla, pero su sonrisa es tan atrapante como su mirada. Sí, le miento, soy yo. Y la tomo de la mano mientras me levanto para llevarla a bailar.</div><div align="justify"> </div><div align="justify"><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/todas-ellas.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/todas-ellas.html</span></em></a></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-34679308160142769202009-10-18T19:52:00.000-07:002009-10-18T19:56:51.921-07:00CERRADO SIN MELANCOLÍA<strong><span style="color:#ff0000;">Ya no te</span></strong> idolatro<br />hace tiempo que dejé esa práctica.<br />Ya no duermo sin paracaídas<br />ni me levanto a mirar el mundo<br />a través de tus ojos<br />ni escucho llover para sensibilizarme.<br />Hay días en que la hartura<br />me devuelve a mi condición humana,<br />podría escribir una novela<br />de cómo muerdo los bordes<br />de tu ombligo<br />antes de caerme entre tus piernas<br />pero creo que dirán que es pornográfica.<br />Hace tiempo que ruedo por el mundo<br />a una velocidad mínima<br />los años pasan<br />y los deslices de tu piel<br />aún tienen aquel brillo.<br />Escucho a los poetas<br />enjuagarse la boca<br />con la desorientación de un discurso<br />podrido<br />no seré ese poeta<br />que por las noches<br />surca, es su automóvil,<br />las calles atestadas<br />de autómatas.<br />Mis versos no valen<br />el precio de la insumisión<br />otra máscara<br />otra pose<br />¡qué importa!<br />¡qué carajos importa!<br />la palabra es la nada<br />nada son los actos<br />me calzo los anteojos oscuros<br />que devuelven la luz mortecina<br />la radiografía<br />está velada por el prejuicio<br />yo me levanto cada día<br />imaginando otra vida<br />que espío<br />que expío<br />los dedos temblarán<br />cada vez que tus senos les sonrían<br />pero, como dije,<br />no soy idólatra<br />apenas<br />alguien<br />que se ha cansado<br />de tanta pátina<br />y ahora fuma<br />en la oscuridad<br />con las ventanas abiertas.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Jorge Alberdi</strong>, octubre 2009</span></em><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com</span></em></a><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/cerrado-sin-melancolia.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/cerrado-sin-melancolia.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-90109148532453485362009-10-12T10:10:00.000-07:002009-10-12T10:23:19.893-07:00ELLA (I)<p align="justify"><strong>El paisaje era el mismo </strong>que otras tantas veces: lo que la lluvia deja a su paso cuando aún no se ha terminado de ir. A su vez, era distinto. “Quizá aún te dura la borrachera; debiste esperar antes de salir a la ruta”. El fondo gris plomo, adelante del pavimento mojado, ponía más verde el verde de los árboles, que se agrupaban sobre el campo amarillo como islotes o muestras del bosque oscuro que se veía a lo lejos; una mancha. El aire era más límpido y el camino se perdía en una lejana curva que entraba en la tormenta, los postes de los alambrados corrían veloces al costado. En el espejo retrovisor la cinta se iluminaba en su pérdida, el cielo parecía más blanco hacia el este, y lo era, a esa hora de la mañana. Ya no llovía, el limpiaparabrisas chirrió, aunque el coche corriera presuroso hacia las nubes todavía electrizadas. “Pero si no salías a esta hora no llegabas ni para el entierro”.<br /><em>Stairway to Heaven</em> sonaba en la radio. Subió el volumen hasta que <em>el gran globo de música </em>ahogó los ruidos del motor y del viento que cedía paso a la potencia del vehículo. Estaba apurado, y ansioso. El teléfono gritó en la madrugada como un pájaro de mal agüero. No podía ser de otra manera. “Podés venir... Estoy desecha…”. El auto se deslizó solitario en una curva. Los ojos comenzaron a arderle, pero ya se le pasaría. ¿Cuánto hacía que no volvía al pueblo? No quiso acompañarla más, y nunca dijo por qué. Ella tampoco preguntaba, como si presintiese que la respuesta podría significar un salto al vacío, un desgarro. “O tal vez se había dado cuenta; a veces callar significa ignorarlo, borrarlo. O quizá creyó que seguía siendo la broma que yo repetía”.<br />Se detuvo en una estación de servicio y en el bar pidió un café doble. Encendió el primer cigarrillo “cuando mierda lo dejaré”. El humo se elevó elegante y arriba se fundió con el vapor del café. Su mirada se perdió más allá del espacio donde los vehículos estacionaban para controlar la presión del aire de los neumáticos. “¿cuánto hace? ¿un par de años, o un poco más? Fue para el centenario del pueblo”. Él había escrito una serie de notas, a instancias de Bibiana, a quién le habían encargado la coordinación de los eventos, entre ellos el libro donde se publicaron, junto a fotos de origen dudoso. Se ocupó, además, de que lo invitaran especialmente al festejo, a modo de retribución. Ya en varias ocasiones la había acompañado, y había recorrido con ella las calles de tierra, los caminos que unían las chacras, había visitado a sus viejas amigas y había compartido algunos domingos con toda la familia. La gente del interior es diferente de la que vive en las grandes ciudades. De pronto era conocido de todos, y lo trataban como a uno más. El padre de Bibiana estaba en plena retirada, y Daniel, el hijo mayor, había comenzado a tomar las riendas del campo, con algo de prepotencia. La esposa de Daniel tenía algunas ínfulas de pueblerina que estudió en la gran ciudad, aunque jamás se recibió y lo único que podía mostrar era una ingenuidad que rozaba la estupidez. El propio marido, y su cuñada, se ensañaban con ella, a cada comentario uno u otro disparaba alguna respuesta cargada de ironía. En algún momento pensó que quizá Bibiana tenía razón “está loca”. El viejo trataba de bajar los decibeles. Sabía que comenzaban por su nuera y terminaban cruzándose estiletazos entre ellos. Daniel siempre estaba a la defensiva de Bibiana, que le reprochaba algunas decisiones tomadas sobre el patrimonio común. “Si no te gusta, vení y ocupate”. Terminaban cuando la severidad de Don Andrés se imponía. La madre desaparecía en la cocina y volvía a aparecer cuando las aguas se habían calmado. Lo mejores momentos eran en la sobremesa cuando recordaban los delirios de una tía que vivía en Rosario y regenteaba un incierto instituto de belleza. <br />“Podés venir. Estoy desecha, y papá no creo que pueda soportarlo. Te necesito. No sé en quién apoyarme; se murió Daniel, no sabés lo que es esto, no te das una idea, las chicas, pobrecitas…”<br />Las chicas: Cecilia y Mariela, sus dos sobrinas. Cecilia era una gordita pecosa y simpática de unos diez años que apenas lo conoció se le colgó del cuello. Mariela le recordó la irrealidad de la novela de <em>Nabokov</em>.(...)<br /><a aiotitle="click to expand" href="javascript:togglecomments('ELLA')">+/- Continuar leyendo</a><br /><div class="commenthidden" id="ELLA"><p align="justify">Había intuido ya la presencia de <em>nínfulas</em> en el mundo, así como tenía la certeza de que brujas e íncubos habitaban la tierra cobijados por la fábula, pero desde la primera vez que la vio supo que ella era una de las princesas de una legión. Tendría unos trece, delgada, con las curvas que anunciaban su pronta complejidad, cabello castaño largo y suelto, grandes ojos casi verdes casi azules, ennoblecidos por pestañas oscurísimas e insolentes cejas. “Sentí como una descarga eléctrica cuando la vi por primera vez, la belleza y el espanto siempre me conmovieron. No sé cómo, me considero un experto en doblegar mis emociones, pero estoy seguro de que percibió lo que había provocado”. Su actitud era bastante diferente a la de su hermana. Más retraída y callada, llevaba control de todo lo que ocurría alrededor. Pasaba de estar ausente a ser una adolescente cariñosa que se subía a las rodillas del padre o del abuelo en una explosión de sonrisas y comentarios veloces, ráfagas que duraban algunos minutos. Después volvía a esa ausencia, como vuelta hacia otro mundo, pero sin perder el hilo de este.<br />Mariela tenía una particular afinidad con su tía, depositaria de confidencias y temores, de angustias preadolescentes, de secretos nimios. A veces las chicas viajaban a la ciudad y se quedaban el fin de semana en el departamento de Bibiana “te ponías furiosa cuando se volvían al pueblo y yo te decía lo <em>bonita</em> que se estaba poniendo <em>la nena</em>. Creo que la broma terminó por aburrirte, a tal punto que la asumiste así, como un chiste de incipiente viejo verde, mientras ella seguía poniéndose linda, y sus ojos me buscaban a la distancia. Eso me perturbaba, el hecho de que de algún modo se acercara y por el otro mantuviese la distancia”. En esos días, él volvía a su casa en la periferia y se transformaba en una visita, o en el acompañante del fin de semana, el novio de la tía. Solían pasear por el parque, deleitarse en las noches cálidas, a orillas del lago agitado por las aguas danzantes. Otras veces llevaban a las chicas al cine. En esas ocasiones, Mariela abandonaba un poco la distancia y se sentaba en la butaca a su lado. Se inclinaba hacia el costado, cruzándolo, para intercambiar alguna palabra con Bibiana, sobre la película que estaban mirando, o le hablaba a él en el oído, cuando no alcanzaba a entender algo. El aliento, la apenas perceptible variación de temperatura que provocaba su cercanía, la vibración del susurro agitando el pabellón, lo mareaban. “Y aquella vez que dejó caer una caja de chicles confitados y los buscó palpando mis rodillas en la oscuridad, creí que no podría contenerme”.<br />Pagó el café y subió al coche, ya estaba un poco más despabilado, el cielo no alcanzaba a abrirse. Siguió su camino, pero la máquina de las evocaciones ya estaba en marcha. Le gustaba viajar solo, con la radio posada en cualquier estación. Era como estar consigo mismo, como crear una burbuja donde dejar que su persona fluyera. Las mejores ideas se le habían ocurrido viajando; las peores también. Quiso torcer el rumbo de los pensamientos, pero volvió al pueblo, al día del festejo del Centenario. Había transcurrido el almuerzo organizado en una gigantesca carpa que lindaba con la cancha de básquet del club. En un escenario improvisado en un extremo, un grupo de música realizaba los preparativos, adolescentes y chicos fueron los primeros en amontonarse debajo. El lugar era limitado para la cantidad de gente que transitaba o se quedaba charlando, y los aprontes atraían a más personas; habría alguna entrega de premios, o algo por el estilo. Con Bibiana estaban sentados en unas gradas al costado de la pista. Desde esa altura tenían una buena perspectiva. En el lado opuesto estaban terminando de abrir unos improvisados quioscos de golosinas, helados, recuerdos del evento. Mientras una oradora, que resultó ser la directora de la única escuela del pueblo, iniciaba las actividades de la tarde gritando por el micrófono un rosario de horarios, autoridades, entregas de premios y menciones especiales. De fondo la estridencia de los instrumentos que se probaban, un bajo que hacía vibrar las chapas de los carteles, un acordeón que se esmeraba y repetía en el afinamiento, una mínima batería, hasta que la oradora anunció a la brevedad la presentación del cuarteto. “No sé no recuerdo el nombre del grupo, pongámosle los Yacansan”. No dejó de recomendar que colaborasen con la escuela comprando en los quioscos que ya ofrecían sus productos. El olor del pororó inundó el aire. Cecilia llegó corriendo por uno de los tablones de las gradas, detrás, un poco más lenta, venía su hermana. “Sugirió que compráramos algodón de azúcar, vos querías pororó dulce, y Mariela te apoyó. Me ofrecí a cruzar por la turbamulta y traerlos, Cecilia quiso acompañarme, y, cuando comenzamos a bajar, Mariela se agregó a la expedición. No había podido evitar mirarla desde la mañana, con su vestido verde agua, el cabello descuidadamente peinado, un poco recogido, para que luzcan unos aros largos que resaltaban la elegancia de su frágil cuello. Vos te quedaste esperando.” La primera canción de los Yacansan arrancó algunos gritos, y generó mayor amontonamiento. <br />Ella se abría paso entre la gente, saludando a uno y a otro conocido, él la seguía por detrás y dejaba el surco para que Cecilia, que se había colgado de su cintura, también avanzase. Cuando llegaron al medio de la pista la aglomeración era imposible, casi no podían moverse y a Cecilia venían empujándola algunos chicos, que hizo que el tuviese que apretarse contra la espalda de Mariela. Otra canción de los Yacansan y todos comenzaron a saltar y a moverse al ritmo de la cumbia. Sintió el cuerpo pegado al suyo y la incomodidad de evitar lo inevitable. “Nunca hablamos, y me quedé con la duda acerca de qué intuiste, qué pensaste, ahí, esperando en las gradas. Nunca lo hablamos, y no volví a acompañarte al pueblo. En ese momento, yo pensaba en vos, o quería pensar en vos, pero no podía dejar de sentir la espalda de Mariela apretada contra mí cuerpo que comenzaba a transpirar por el esfuerzo de no reaccionar, esfuerzo inútil. El cuerpo no piensa, no tiene modales, el cuerpo actúa. Creemos que la razón es su dueño, pero el verdadero amo es el deseo”<br />En algún momento ella se dio vuelta, como buscando otro camino por donde seguir, y quedó de frente, apretada, ahora, frente a él, mientras el vaivén de la gente los llevaba unos pasos y volvía a traerlos, pegados. Le dijo algo que no alcanzó a escuchar, entonces ella se acercó a su oído, como en el cine, y le repitió que no se podía seguir, que volvieran, pero eso tampoco era posible. El aliento, como una droga, desencadenó su excitación y sintió que la sangre le corría en dos direcciones: hacia abajo, hacia la entrepierna, buscando por dónde escurrirse e inflando algo más de él mismo que se expandía incontenible, y hacia arriba, hacia su cara que enrojecía. Y como un contagio, vio el rubor de ella, y percibió su inmediata rigidez. “¿Cuánto duró?, ¿unos segundos, unos minutos, una eternidad?, de golpe estabas pegada a mí, toda la piel era una mano que se frotaba contra el cuerpo que el vestido no podía disimular; tus piernas, tu pubis, tus pechos pequeños rozándome, tu boca al alcance de mi boca, tu cara ardida, tus ojos. Tus ojos que de golpe se nublaron por un instante y luego fueron otros, mientras tu cuerpo cedía y se apretaba contra el mío y volvías a ser la misma, pero otra. Te reías y me hablabas al oído, me acariciabas el cuello con tu voz ¿qué me decías? no recuerdo. Te moviste un poco al compás de la música, y te pegaste más aún, con deliciosa y secreta flojedad, aumentando el mareo que me embargaba, tus pechos duros ahora me laceraban y yo los dejaba escribir sobre mi piel para siempre, hasta que el tumulto comenzó a disolverse, te volviste y comenzamos a avanzar, lentamente, hacia el extremo donde vendían las golosinas”.<br />Dieron un rodeo por el borde de la pista para volver a las gradas donde Bibiana esperaba. <br /><br /><em>(borrador) Jorge Alberdi<br />http://ventrlocuo.blogspot.com<br />http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/ella.html</em><br /><br /></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-76399937669326589682009-10-09T20:09:00.000-07:002009-10-09T20:12:55.722-07:00LO QUE UNO ES<strong><span style="color:#ffff00;">Los</span></strong> fines de semana<br />me dedico a la literatura,<br />sólo los sábados soy poeta<br />y los domingos, narrador.<br />Pero eso no es todo<br />el lunes soy un zombi<br />el martes, esposo<br />el miércoles, amante<br />el jueves, director general<br />el viernes, un hombre cansado.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Jorge Alberdi</strong>, octubre 2009</span></em><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com</span></em></a><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/lo-que-uno-es.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/lo-que-uno-es.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-50394992806944265072009-10-04T10:59:00.000-07:002009-10-04T11:22:33.831-07:00Última: TRAZAS 20Última entrega de TRAZAS, en bruto, sin retoques, según la premisa inicial:<br /><br /><em>TRAZAS: 'Cortejar a la poesía en base a un proceso creativo simple. Ejercicio forzado de saltos de una imagen a otra, buscando ahondar distancias. Cambios bruscos de climas, exaltación de los contrastes o abandono al fantasma de una imagen impertinente que crea sus propios fantasmas. Sustraerse, encandilarse y provocar la frustración en no más de tres versos. Zigzag obsesivo en lugar de prevalecer. Rodearla, buscar sus huellas, sus rastros, sus trazas.'</em><br /><br />Ahora quedará el trabajo del recorte; pulido; tachado o reescrito, pero esa es otra historia.<br /><br /><span style="color:#ffcccc;"><strong>20<br /></strong><br /><br /><strong>No ha comenzado</strong></span> el día<br />A añorar la noche<br />Sin embargo fulgura<br /><br />Los gritos de la calle<br />Vicios de la urbe<br /><br />La costumbre arropa<br />Y en los rincones<br />Una mano desteje<br /><br />Las hojas arremolinan<br />El recuerdo vago del viejo<br /><br />Brumas que se hacen más densas<br />Los gritos de la calle<br />Son fantasmas sonoros<br /><br />El viento no tardará<br />En ejecutar su tango<br /><br />Una espina me despabila<br />Y me mata<br /><br />Mediodía<br /><br />Sin paisajes, sin colores<br />Sin los olores del prado<br /><br />El cemento crece sin florecer<br />Los cementerios lustrosos<br />Abrigan risas y conversaciones<br /><br />¿Dónde estoy?<br />¿Qué pregunta es esta?<br /><br />Domingo<br />La siesta está viva<br />Respira como un monstruo borracho<br /><br />Alguna ventana bosteza<br />Un gol de media cancha<br /><br />Espejismos<br />Son todas ilusiones<br /><br />Al final estaré solo<br />Y no sabré qué hacer<br />Cómo amasar la soledad<br /><br />No habrá preguntas<br />En la estación de trenes<br />Otra fantasía, otro pan.<br /><br />Ella cruza la avenida<br />Se detiene, entra en un almacén<br />Es muda, la miran.<br /><br />No era lo que es<br />La calle<br />Respiraba por sus jardines<br /><br />Una bicicleta como un adorno<br />Un móvil que cuelga de la nada<br /><br />El horóscopo no decía<br />Ni tu nombre<br /><br />Sin embargo, el día<br />Aún no llama a su noche<br />Una estrella encandila<br /><br />La baja bruma<br />Anuda un sollozo<br />Dejamos de olvidarnos<br /><br />Por la vereda marchita<br />Las flores pujan por<br />Pintar el gris<br /><br />Basta un brillo de ojos<br />Una boca que chispea<br />Una anónima sonrisa<br /><br />Todo se habrá ido al demonio<br />Cuando el sol despedace<br />La vieja canción<br /><br />Al son de un blues<br />El gol se estremece<br /><br />Hay gritos, lo dije<br />Lo dije, y lo repetí<br />Pero no sé qué significa<br /><br />Cantemos<br />Murmuremos<br /><em>Nadie se muere cantando.</em><br /><br /><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Jorge Alberdi</strong>, 21/04/07</span></em><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com</span></em></a><span style="font-size:78%;"><br /></span><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/ultima-trazas-20.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/10/ultima-trazas-20.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-37441126956978298622009-09-26T18:40:00.000-07:002009-09-26T18:51:30.762-07:00APAGÓN<div align="justify"><strong><span style="color:#ff9900;">El fluido secó la circulación</span></strong> y la luz cedió a la intemperie borrosa mientras las amebas de la rutina cercenaban la magia de la noche que subía por el cerro y explotaba en los callejones de la breve ciudad. Todo en una ciénaga de ocaso daba una imagen de mortandad, de lastimosa vida que se fue en un recuerdo y las casas los edificios los monumentos parecían ruinas a los ojos de un explorador. Ese que yo era, sorprendido por la nimia luminosidad de una vela que dejaba una huella en los cristales empañados. El viento comenzó a arreciar mientras las sombras se abrían a mi paso y los circunloquios de la calleja se demoraban como esperando una lluvia de hojas y polvo, el oro de la noche enamorada de los efluvios de la pobreza que tiznaba cada partícula emergida a la negrura. Llegué a un enrejado desvencijado y me paré delante de él como ante un altar. Los murciélagos habían abandonado los escenarios de la poesía y sobrevolaban la testa como teros enloquecidos defendiendo un nido imaginario. El vacío daba vueltas cualquier imagen y las ventanas comenzaron a estallar, a vomitar su otro vacío ensangrentando el ánimo. Un pájaro se estrelló en la oscuridad y las palabras para nombrar lo sucedido no fueron forjadas por lo cual solo quedó una huella en mi memoria hasta que las cenizas se ocupen, algún día, de su rastro. Ráfagas raudas acontecieron y las llaves de la necesidad abrieron los cándidos cerrojos; los candados del azar, o el desbarranco del destino, quebraron la rigidez de la estampa. Un amague de luz incendió por una centésima el infierno del barrio, pero la terca noche no se dio por vencida. Arañas tejieron rápidamente un telar urbano para que ningún párvulo escape del lodo. La injuria como vómito, la maraña de los sentidos que se doblegan y el espasmo del orgasmo interrumpido por un cronómetro. </div><div align="justify"><br />Yo era el hombre que parado frente a la reja oprimía el botón de un timbre inútil. Me levanté el cuello de la camisa en un gesto infructuoso de protección y me encaminé hacia el centro imaginario del torbellino. La ciudad agonizaba o se retorcía morosa.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Jorge Alberdi</strong> / setiembre 2009</span></em></div><div align="justify"><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com</span></em></a></div><div align="justify"><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/09/apagon.html"><em><span style="font-size:78%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/09/apagon.html</span></em></a></div><div align="justify"></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-87353050412632436752009-09-18T21:25:00.000-07:002009-09-18T21:37:01.172-07:00APARICIONES<div align="right"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgYQqsuIGp3_NqrA-7hFz3Od2c2REzRVqIMt8wBGc9uVRgOzN12Nxk0FwaGqyWXrQgvEaHauHUwbbBm2lDYtOCun6POl7MgCHBLWv27CamakrUgiZ5Dw0_B0ksxuzAMTyOisfT0Q/s1600-h/silueta.jpg"></a><span style="font-size:85%;"><em>“La niebla venía a buscarnos,<br />aunque estaba desde siempre”<br /></em>Rogelio Ramos Signes</span></div><span style="font-size:85%;"><p><br /></span><strong>Estábamos sentados</strong> a la mesa de aquel bar<br />doblados en miradas y guiños de atardecer<br />y desde el fondo del espejo<br />un omitido apareció.<br />En la memoria, un segundo<br />bastó para que el rumbo de las ausencias<br />divagara.<br />Nos preguntamos por la punta del iceberg<br />nos preguntamos por nuestra sólida presencia<br />hasta que la pregunta nos desvaneció.<br />Somos espectros, ilusiones<br />que tienen conciencia de sí, engañosa.<br />Necesitamos que alguien no esté, para ser.<br />Es terrible, pero quizá<br />aquellas sombras, siluetas, nombres que insisten<br />en ser lo que no son<br />pertenezcan a una vida más real<br />en otro lugar, otro espacio<br />gente, al fin, que relata historias de muerte<br />historias de haber sido, sobre padres madres o amantes<br />que gritan nombres contra las paredes<br />y que cada tanto<br />invaden este mundo inconsistente<br />como un efecto de realidad.<br />La tiza con la que escribo mi nombre<br />la traza de la desintegración que me hermana<br />que nos vuelve relato<br />cristal oscuro de ideas como armas<br />tiembla en cada evocación<br />y mientras un niño se esfuma<br />nos sentimos horriblemente vivos.<br />Hojas secas que se queman<br />para que el humo justifique alguna realidad aparente.<br />Este dolor que no tiene el consuelo de la certeza<br />retorna como una elipse que niega la continuidad.<br />Quizá de tantos ausentes<br />seamos nosotros fantasmas<br />como esa niebla que viene a buscarnos<br />aunque siempre haya estado aquí<br />en la mesa<br />donde la ventana de un diario<br />habla de aquellos de los que no sabemos<br />pero quisiéramos tenerlos<br />sentados junto a nosotros<br />jugando con las migas<br />sobre el mantel.<br /><br />La tarde cae, definitivamente.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;">Jorge Alberdi; setiembre 2009, a propósito de tantos JJ López</span></em></p><p><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/09/apariciones.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/09/apariciones.html</span></em></a></p><p><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com</span></em></a></p>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-42061390723697205422009-09-14T19:01:00.000-07:002009-09-14T19:11:20.606-07:00EL GATO Y EL PINTOR<strong><span style="color:#99ff99;">El gato</span></strong> maullaba en la oscuridad<br />era un faro en la noche<br />los vecinos tenían diferencias con mi opinión<br />y un día<br />el gato apareció muerto.<br />Lo llevé de un amigo pintor<br />para que lo retratara.<br />Mi amigo había salido<br />pero su esposa era veterinaria<br />le confesé que quería inmortalizarlo<br />me dijo que la solución no era esa<br />sacó unos brebajes de un armario podrido<br />untó a mi pobre gato con aceites extraños<br />rasgó unas sábanas viejas y con los trozos<br />lo envolvió como a una momia.<br />Luego preparó yeso y lo embadurnó.<br />Me volví por el camino más largo<br />para darle tiempo a que fragüe el yeso.<br />Llevaba al animalito bajo el brazo<br />el cielo era límpido y no parecía<br />el cielo de Buenos Aires<br />la gente me saludaba como si me conociese<br />y yo devolvía con una sonrisa tanta atención<br />aunque por dentro pensaba<br />cómo vengarme de los vecinos aquellos.<br />En un semáforo me encontré<br />con mi amigo el pintor<br />le dije que volvía de su casa<br />él se enojó porque no quería que su esposa hable con extraños.<br />Traté de convencerlo de que yo no era un desconocido<br />pero no hubo modo<br />insistía en que dijo extraños, no desconocidos.<br />Al final, mientras discutíamos en la vía pública<br />el día se arruinó y comenzó a llover<br />la gente corría a refugiarse y nosotros no nos movíamos de donde estábamos.<br />El agua nos mojaba y de a poco nos fue enfriando<br />le propuse subir a la terraza de un edificio<br />a ver desde arriba los paraguas que se abrían<br />a contar sus colores<br />o a bebernos una copa de ozono.<br />Mientras tanto el yeso de volvió a ablandar<br />y por el cuerpo me corría un líquido blancuzco y sospechoso.<br />El pintor se fue apurado cuando recordó que<br />no había cerrado la ventana de su atelier<br />y que su esposa, ocupada en hablar con extraños<br />seguro que no se dio cuenta.<br />No quería perder su última obra<br />que trataba de unos vecinos<br />furiosos con un gato del barrio.<br />Me dijo que la estética que utilizó era expresionista.<br />Hoy está de moda volver sobre los pasos.<br />Para entibiarme un poco me metí en un bar<br />la lluvia arreciaba y el mozo se demoró<br />pero finalmente me trajo el café con leche con medialunas.<br />A modo de pago<br />le dejé lo que más quería en la vida:<br />mi gato engrudado sobre el linóleo.<br />Salí nuevamente a la calle en medio de una gritería<br />las gotas de agua se fundieron con la sal de las lágrimas<br />todo termina, me dije<br />todo es efímero, hasta la amistad entre un hombre, un gato y un pintor.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><em>Jorge Alberdi 14/09/09</em><br /></span><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/09/el-gato-y-el-pintor.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/09/el-gato-y-el-pintor.html</span></em></a><span style="font-size:85%;"><br /></span><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-13921531179214210102009-08-18T18:22:00.000-07:002009-08-18T18:26:18.415-07:00HOY TEMPRANO<strong><span style="color:#33ffff;">Hoy </span></strong>temprano<br />cuando salía como todos los días<br />hacia el trabajo<br />unos policías trepaban por el frente<br />de la casa del vecino.<br /><br /><em>“Hay un hombre muerto en la terraza.<br />En la casa no hay nadie<br />pero los del edificio vieron<br /></em>al muerto”<br />Dijo la señora de la lavandería.<br /><br />Desde la vereda solo pude ver<br />tres agentes de la ley<br />con unos guantes especiales.<br />Se hacía tarde, comencé a caminar<br /><br />En la esquina, unas estudiantes<br />bellas como uvas maduras<br />soltaban unas carcajadas<br />la mañana cálida invitaba a soltar<br />a la ilusión<br />la camisa rozaba apenas mis tetillas<br />que, estimuladas, gritaban que el invierno fracasó.<br />Pronto llegué al edificio donde trabajo.<br />El guardia me saludó erróneamente.<br />Abrí la puerta de la oficina<br />y me acerqué a la ventana<br />sobre el oeste se desperezaban las sierras<br />la ciudad no alcanzaba a proyectar su sombra<br /><br />Me senté frente al escritorio<br />Como todos los días.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><em>J Alberdi 03-09-07, Córdoba</em><br /></span><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/08/hoy-temprano.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/08/hoy-temprano.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-20260516361884974522009-08-10T19:46:00.000-07:002009-08-10T19:58:47.312-07:00TRES BREVES RELATOS CON ALGO DE FUTURISTAS<div align="justify"><strong>EL SABOR.</strong><br />El sabor preferido de Artemio era el de la naranja. Caramelos; barras proteínicas; flanes, todos los elegía por este sabor. Cumplidos los 23 años, hizo uso de su prerrogativa como ciudadano modelo y pidió probar una naranja de verdad. Su sabor lo decepcionó.<br />–No se parece en nada a la naranja –Dijo.<br /><br /><strong>CRIA CUERVOS Y TE SACARÁN LOS OJOS</strong><br />Cuando el magnate de la espuma virtual, John D. John, murió, sus familiares nunca imaginaron que tendrían que lidiar con la avalancha de juicios iniciados por aquellos que se creían en su derecho a reclamar parte de la cuantiosa herencia. Cada uno de los donantes de los órganos que recibió durante su larga vida, tenía familia, y estos consideraban que, en alguna medida, eran también sus herederos. El colmo fue cuando el laboratorio “Sangfroid Corporation”, quien proveyó el fluido sintético que lo mantuvo en vida durante los últimos cuarenta años, presentó un reclamo a la justicia para que se lo incluyese en el reparto.<br /><br /><strong>LUZ ANCESTRAL<br /></strong>Finalmente, los científicos ya no dudan luego del último descubrimiento arqueológico. El desprendimiento de las capa de estratos de hollín puso al descubierto nuevos edificios funerarios. Las momias se encontraban en perfecto estado de conservación, al igual que las halladas en las excavaciones al norte del continente americano hace dos años. Las civilizaciones del siglo XXI, concluyeron luego de evaluar y comparar resultados, utilizaban una tecnología de avanzada para momificar los cuerpos que hoy nos parece extraordinaria. Si bien el método fue un misterio durante el último medio siglo, hoy la hipótesis más firme sostiene que toda la comunidad se sometía, durante el transcurso de su vida, a la ingesta dosificada de conservantes junto con sus alimentos. Una buena dosis de colorantes artificiales contribuía a mantener, aún después de la muerte, el aspecto natural de los rostros, como si estuviesen dormidos. Lo que aún no tiene una explicación racional para la Comunidad Científica Global, es el origen de este singular culto. Los expertos descartaron la teoría de ‘imitación secular inconsciente’, que sostenía que el origen estaba en un rito mortuorio practicado por una civilización a la que nuestros antepasados denominaban ‘Egipcios’. </div><div align="justify"> </div><div align="justify"><em><span style="font-size:85%;">JA</span></em></div><div align="justify"><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/08/tres-breves-relatos-con-algo-de.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/08/tres-breves-relatos-con-algo-de.html</span></em></a></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-71112636569951876792009-07-18T14:56:00.000-07:002009-07-18T15:05:31.742-07:00TRAZAS 19<strong><span style="color:#99ff99;">Con el fondo</span></strong> de un piano<br />Que suena olvidado<br />En sus tres notas quejumbrosas<br /><br />Iluminado por el escozor<br />Del hambre<br />En penumbras<br /><br />La máscara de la ciudad<br />Hace muecas en la ventana<br /><br />Mis amores están lejos<br />Ensortijados en destinos de rutas<br /><br />Orificios, linealidad, interrupción<br />Y el camino sigue.<br /><br />Los bosques de los cuadros<br />Arrojan esa fragancia<br />Del panal destrozado y chorreante<br /><br />El sol es un dibujo que duda<br />Por la mañana el viento se lleva<br />Embrujo, ojos y penumbras<br /><br />Andábamos de aquí para allá<br />En un juego<br />De esquives y acercamientos<br /><br />La pereza de la palabra<br />Es rica en anillos de humo<br />Soñar es un ejercicio<br /><br />El camino sigue nuestros pasos<br /><br />Soñar es un ejército.<br /><br />Escritorio, humo, música<br />Deuda de soledad<br />Que no se paga con presencias.<br /><br />Cada vez es más rudimentario<br />El lenguaje con que te amo<br /><br />Soy un desconocido frente al espejo<br />Soy una rareza<br />Que se rearma.<br /><br />Vendremos con el sueño<br />A ser uno.<br /><br />Los nombres del aire<br />Combinan distancias<br />Ojos, labios, roces.<br /><br />Al pasar, la máscara se cierra<br />Detrás quedó el futuro<br /><br />Hoy vendremos<br />Sin habernos ido nunca<br /><br />Dormitar frente al papel<br />Ese que dejaste<br />Sin borronear.<br /><br />Derrumbado el esperma<br />Del paisaje<br />Tras el vidrio<br /><br />Promesas de otras historias<br />Llegadas tarde<br />Abreviaturas de la vida<br /><br />Si el nombre del aire<br />Se nombrase<br />El huracán de tus manos enloquece.<br /><br />La arritmia estira<br />La evocación<br /><br />La evocación<br />Despedaza tu presencia<br /><br />No te olvides de mí<br />Ni aún ayer<br />Te olvides.<br /><br /><br /><em><span style="font-size:85%;">J A - 19/04/2007</span></em><br /><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/07/trazas-19.html"><em><span style="font-size:85%;">http://ventrlocuo.blogspot.com/2009/07/trazas-19.html</span></em></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-54697335747986185492009-07-11T07:27:00.000-07:002009-07-11T09:36:47.439-07:00EL SENTIDO<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvcJ2S_anmHHjXrfOVodhQOqmhJONqAwtUWqPifdAqkKK_Fs3tNNhTWeTRFwfQFLwBocoekKE7t1lpceSRCs7hY8oaJAkIscCHd5I553O2GL5Y7U9_bDud2Idm9J_8HW6MeVCsbw/s1600-h/kandinsky_alguns_cercles.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5357210622372990178" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 199px; CURSOR: hand; HEIGHT: 200px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvcJ2S_anmHHjXrfOVodhQOqmhJONqAwtUWqPifdAqkKK_Fs3tNNhTWeTRFwfQFLwBocoekKE7t1lpceSRCs7hY8oaJAkIscCHd5I553O2GL5Y7U9_bDud2Idm9J_8HW6MeVCsbw/s200/kandinsky_alguns_cercles.jpg" border="0" /></a><strong><span style="color:#ff6666;">Parece que desaparece</span></strong>. Cuando los cayos de la jerga se liman en el limo de la sonoridad, el olvido se esfuma. Y los fantoches de tu voz crearán una ilusión sobre la pared de la pared de la pared. Perdidos los rastros, su etimología, quizá el final fundido con origen o la memoria de una vastedad ahora irreconciliable con el mundo. Allí, entre paréntesis, estabas, y sin embargo, como la música improvisada del viento, te colabas por los resquicios. </div><div align="justify"><br />Los poetas sabían algo, pero no todo, sin embargo, se ufanaban de la completitud de su oficio. Fui poeta y supe y asumí que solo dejaba migas a mi paso para regresar, o para que los pájaros se llevaran el trigo a otros estadios perdiéndome aunque nadie que quiera está perdido. </div><div align="justify"><br />Las mujeres tomaron la línea de lo que desaparecía y envolvieron sus fetos con la tela de araña del desasosiego para darle un destino encriptado. Hoy desciframos los códigos de la memoria, cuya clave es el olvido. La madre irracional arrojó sus hijos a la guerra, y los sobrevivientes se embelesaron con el infierno de la pasión. Pasión y palabra. Hubo quien dijo que ni una ni otra se define por el contrario, ni una ni otra se relacionan por más que la literatura mítica del lenguaje diga lo contrario.</div><div align="justify"><br />El río lavó el hueso una y dos veces y pergeñó la abolición de la identidad, el corazón lavado no era el mismo hueso y la carne se deshizo en la antonimia. Los anillos de la continua vuelta voltearon aleatoriamente como para desdecirse. </div><div align="justify"><br />Fui poeta y amante y nunca fui el mismo hombre en el mismo lecho y nunca la voz pudo dar cuenta de lo que vale, de lo que dije, de lo que sentí y de lo que mentí, y nunca la mujer fue la misma mujer. La poesía era amiga de pobres y ricos; los prejuicios los agregaba la turbamulta que disecaba y clasificaba en cajones demasiado estrechos; poco continente para tanto contenido, poca forma para tanta desmesura. La poesía era amiga de pordioseros e indigentes, y de innobles dirigentes, comulgaba con clérigos y se acostaba con guerrilleros, sin embargo era la misma, y aún así, no podía ser nombrada. </div><div align="justify"><br />Desaparece. Siempre está desapareciendo.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><em>Jorge Alberdi, Julio del 2009</em></span></div><div align="justify"><span style="font-size:85%;"><em><a href="http://ventrlocuo.blogspot.com/">El Ventrílocuo</a><br /></div></em></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyrmvUDOd5vcWxLqeGAzKQqSS9p63jCqp-jECvVSPLs-viuL2JntR413fJjNyDxMov25uTioNiGMTYwJkKlo8e9EBSb_i_z4rufecoeBzW3pkPfrQ16i0aIuMzCWf09SlKWYAYhw/s1600-h/kandinsky_alguns_cercles.jpg"></a>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-80627450182222743502009-07-07T18:50:00.000-07:002009-07-07T18:56:03.789-07:00OTRO VENTRÍLOCUO FAMOSO<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG3jlGQ-EJN4JxAaIuiHOE83mLX2qmZj0eRjFkSDCDnQ59nkIJA5pmdfrqfjeeyVa8huwMCD4HNmSmSTrWMoo5ATBsNil3CE14I4kxpHfJBuia4nJs4E1rkO62pGSBM3TNvP3c8A/s1600-h/ventrilocuo+1.jpg"><strong><span style="color:#99ff99;"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5355901927557596402" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 134px; CURSOR: hand; HEIGHT: 200px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG3jlGQ-EJN4JxAaIuiHOE83mLX2qmZj0eRjFkSDCDnQ59nkIJA5pmdfrqfjeeyVa8huwMCD4HNmSmSTrWMoo5ATBsNil3CE14I4kxpHfJBuia4nJs4E1rkO62pGSBM3TNvP3c8A/s200/ventrilocuo+1.jpg" border="0" /></span></strong></a><strong><span style="color:#99ff99;"> Fernando</span></strong> nació mudo.<br />Sus padres no escatimaron esfuerzos para lograr cambiar esta suerte. Los mejores médicos; los más prestigiosos especialistas del mundo, fueron incapaces de modificar la sentencia de la naturaleza.<br />Entrando en la adolescencia, edad pródiga en experiencias lúdicas, y ya sobre el final de su segundo año de secundario, descubrió que podía modular rudimentariamente el escape de sus propios gases si regulaba adecuadamente su músculo anal, uno de los pocos esfínteres sobre el cual la voluntad tiene algún control.<br />Entusiasmado con el hallazgo, cambió la dieta y dedicó los meses del verano a un profundo entrenamiento, encerrado es su cuarto de la planta alta, hasta lograr un refinamiento inimaginado de su habilidad.<br />Finalizadas las vacaciones y de vuelta al colegio, quiso sorprender a su mejor compañera saludándola a la entrada del edificio. Ella lo miró a los ojos, y luego miró por encima de sus hombros, detrás de él, buscando a la persona que le habló. “No busques, soy yo”, dijo, sin abrir la boca, con una media sonrisa triunfal y pétrea. Ese día fue la sensación entre sus compañeros, quienes aún maravillados y divertidos por la singularidad de Fernando, no dejaban de sentir alguna inquietud; esa disociación entre las palabras y la boca que solo sonreía… como si fuese el monigote de un ventrílocuo ausente. Después estaba el tema del olor, que al principio fue un condimento, una humorada más para los varones, solo al principio…<br />Lo cierto es que al cabo de un par de días, Fernando podía hacerse entender, pero ninguno de sus compañeros quería acercarse a escucharlo. Sus padres le sugirieron que quizá sería más fácil si en lugar de hablar él, lo hiciese a través de un muñeco.<br />Fue así que Fernando acometió la dura tarea de la ventriloquía.<br />Su primer show lo montó para los parientes en el living de su casa. Luego de cuarenta minutos ininterrumpidos de chistes recopilados de todos los ventrílocuos de mediana fama que tenían algún registro en viejas películas, la abuela, descompuesta, cayó redonda. Padres, tíos, primos, todos corrieron a abrir las ventanas.<br />Cuando ya todo indicaba que a Fernando no le quedaba más remedio que la eterna mudez, el hermano menor, familiarizado con internet, vino en su ayuda.<br />Hoy basta una consulta en Google para encontrar los asépticos videos de este maravilloso ventrílocuo, que se tiene a sí mismo como muñeco, en la red de redes.<br /></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-36369286323770619532009-07-05T19:05:00.000-07:002009-07-05T19:06:03.318-07:00ESTA RUTINA<strong><span style="color:#ccccff;">No tengo</span></strong> más<br />que una boca que rememora<br />que se ahoga en la baba del recuerdo<br />que boquea lasa en la nada<br />porque otra boca se ha llevado<br />esta saliva<br />esta sal que da vueltas<br />y espumea en el vacío.<br /><br />No tengo más<br />que la ansiedad<br />que agrieta las puertas<br />demuele los ascensores<br />quiebra el olvido<br /><br />No tengo más<br />que el acento sobre la á<br />y apenas<br />una entrepierna herida<br />de soledad<br />de zeppeliniana soledad<br />maldita<br />como la cocina de la locura<br />como un blues perdido<br />en el desierto de la esquina<br />untado de orines y escupitajos<br />de almendras que nadie<br />recolectará<br /><br />No tengo más<br />que la rutina de sentirte<br />perdida eternamente en la piel.<br /><br /><em><span style="font-size:85%;">ja (24/09/2007)</span></em>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-248318964398268232009-07-04T17:04:00.000-07:002009-07-04T17:06:40.838-07:00Otoño<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgODZrgc4mC6xtK7xsLMim3v-UIFO_YiJ_P5EW8unThT9NWOrErHCABGSKeHyXgHYbsGnTdfr6ch8PyCR-w7I82iUxbNPSXYbvMbfgrOeUW9UDlzWdLurkUL4v1YAQxLXqS5otndQ/s1600-h/Sangre+1.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5354760742055052626" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgODZrgc4mC6xtK7xsLMim3v-UIFO_YiJ_P5EW8unThT9NWOrErHCABGSKeHyXgHYbsGnTdfr6ch8PyCR-w7I82iUxbNPSXYbvMbfgrOeUW9UDlzWdLurkUL4v1YAQxLXqS5otndQ/s400/Sangre+1.JPG" border="0" /></a><br /><div>En " <a href="http://lecturasymiradas.blogspot.com/">Lecturas y Miradas</a>"</div><br /><div></div><br /><div></div>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32479146.post-34346049756331517582009-07-04T16:59:00.000-07:002009-07-04T17:00:37.625-07:00Y NO PREGUNTAS<strong><span style="color:#ffcc33;">Ya deja hablar</span></strong> el tramo tronante de la noche / enlaza en cada abra de la piedra la hiedra /que enreda el ojo del despojo / ¡allí duermo! en el eterno viento que sube desde el valle/ azota la oscura apertura del fuego / ruego por el esperma nupcial de la batalla que estalla en la vía láctea/ despierto al chamán en el vientre del miedo / No zozobres en el ahogo de estas palabras / la bosta el estiércol la mierda de los animales ciegos que lamen la luz mezquina de la luna / el secuestro de ese aliento en la puna desdibujada / ajada y cruel talla / retorcido tronco que en vilo asombra el hondo hueco / La noche la noche de esmeraldas que me pierde y te ruega olvido / ¡allí yazgo! en el rocío efímero que cuaja los zumbones mosquitos del silencio / Una canción que desespera entre peñascos pulidos por la ausencia anda despedazándose entre caminos inventados / El arrastre de hojas juega y arrasa la vida anterior / Lo que ahora embadurna esa mirada en la nada / miríada de duendes / de abejorros insistentes / de un sol pintado en la nostalgia / de bujes que chillan quebrándose en el alquitrán de la ciudad muerta / Déjalo hablar / deja al relámpago que miente una próxima lluvia que te canturree cosas de antaño / ahora pedazo de abismo desprendido / ahora flácido ácido de escombro orgánico / ahora futuro abono / pasto de la noche / pasta de experiencias desplegadas / mar antagónico y agónica figura perdida contra el viento / el viento de la soledad / el viento que lima los filos de las piedras / las diferencias humanas / los clavos de la vida.<br />Arrójate<br />si puedes / si temes / si escaldas el crepúsculo que ya se extinguió / si te duermes sobre la tragedia / y no preguntas a la esfinge / y no preguntas.<br /><em><span style="font-size:85%;"><br />Jorge Alberdi /2004</span></em>Jorge Alberdihttp://www.blogger.com/profile/06839403331625373087noreply@blogger.com0