8/26/2008

La confusión es clarísima

La miseria alegra la contemplación
El escudo agrieta el ser
La devolución afirma el alma
Las bestias sugieren un paraíso
El espanto arma envoltorios de regalo
La ciudad es de piedra
La claridad del día enaltece las estrellas
El camino sinuoso empieza en la mujer
Los desperdicios de la euforia corrompen el músculo
El espacio es deshabitado por el tiempo
La incertidumbre fija el precio más alto
Los esfuerzos se licuan en una presencia
La mirada no puede faltar
El rebote del odio salpica las ventanas
En el techo no hay nada
Y tal vez todos hayamos sido músicos
Las cosas tienen saco
La red es imprecisa como la vida
No hay mascotas de dioses
No hay tronos que ensangrentar
Los labios se editan
Y todo sigue con mínimas diferencias.

1 comentario:

ángel dijo...

No hay mayor claridad que la que arroja el estado confuso de la vida. La infaltable mirada lo comprueba. Y, sí, las diferencias insignificantes, a pesar de todo, siguen y nos persiguen. Y no hay otra red que ésta, quién sabe si mañana.

Un placer leerte de nuevo.



Saludos...