7/25/2008

Niebla Virtual

Ya estoy desapareciendo
En los intersticios del diario
En la socavada realidad de los pixel
En la abundancia de los títulos
En el desierto del brusco despertar
En un amor sin piel

7/12/2008

NOTICIAS DEL DÍA

Otro micro choca y mueren sus pasajeros
Muchas cosas ocurren en las rutas argentinas
El Papa vuelve a anunciar que pedirá perdón
por los abusos sexuales de los sacerdotes
El Presidente pide a los intelectuales que lo apoyen
frente al conflicto del campo
Los ruralistas insisten en movilizarse
Algunos intelectuales los apoyan, virtualmente.
La izquierda, cansada de bregar por la reforma agraria
Apoya a quien sea, siempre y cuando no sea al gobierno
Una líder surgida de una provincia pobrísima, donde ya no lidera nada
salta de aquí para allá aunque los pobres
sigan siéndolo en su propia, chacoteada provincia
a la que ya no volverá porque, la verdad, la miseria le produce gastritis.
Se suceden cadenas de emails y se dicen las mismas palabras:
‘oportunidades que se pierden’. Hemos perdido tantas.
Todo el mundo dicta lecciones, mientras
máquinas monstruosas con monstruosas ruedas
se alinean a la vera del camino
Muchas cosas ocurren en las rutas
El índice de inflación indica descarnada manipulación.
Yo
recuerdo uno de los ríos que cruzan la ciudad
como otras rutas
luego de que las grandes lluvias pasaran
—¿Aumentó mucho el caudal en el verano?

Se lo puede ver claramente cuando baja
—¿Cómo cuánto aumentó?
Hasta la altura del borde donde dejan de verse,
prendidas a los yuyos, a las piedras,
bolsas de plástico, zapatillas viejas, latas y otros restos

7/01/2008

PLUS

Hace algunos años publiqué una novela corta. El original contenía una serie de notas, inéditas, a las que denominé 'PLUS'. Funcionaban como claves del relato principal y aparecían en la voz de Lucía (cuyo nombre se transformaba en Sofía a medida que el personaje evolucionaba); en la de un hombre (El), en la de otra mujer (Ella) y hasta en la del 'Autor'.
A continuación transcribo el agregado:


LUCIA/SOFIA:
Tuve una amiga en el colegio primario. Seguimos siendo compañeras en el secundario, y nuestra amistad se profundizó; nos contábamos todo, pasábamos gran parte del día juntas y llegamos a parecernos de tal manera que la gente nos confundía. Nunca sentí por ella lo que se dice una atracción sexual, o no me daba cuenta. Cuando teníamos quince años viajamos al extranjero invitadas por una tía de ella, durante casi tres meses compartimos todo: desayunábamos juntas, salíamos, por la noche nos quedábamos largas horas hablando a oscuras en la habitación, no recuerdo ningún hecho que no estuviese justificado por nuestra gran amistad, ni siquiera el hábito de bañarnos juntas. Después la vida fue alejándonos poco a poco. A los 20 años, reflexionando nostálgicamente sobre nuestra amistad, se me ocurrió que la gente, al vernos, debió pensar que éramos lesbianas.


EL:
Lo recordé algún tiempo después, y no es que lo tuviese verdaderamente olvidado, no estaba en el rincón oscuro y luminoso del inconsciente. Yo diría que lo tenía allí, opaco, desprovisto de uso, de valor (en apariencia). También creo que las veces que lo traje a la conciencia fue con otros fines, mucho antes de que mi vida cambiara radicalmente. Ahora, quizá, le doy un valor excesivo.
Yo tendría unos once o doce años y era apenas un poco más grande que el resto de la barra de amigos.
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A un costado de mi casa había una gran carpintería que pertenecía a un organismo estatal. Los obreros hacían horario corrido desde muy temprano y por la tarde invadíamos el solitario lugar que, para nosotros, era una especie de parque de diversiones gratuito y oculto. Allí nadie nos vigilaba, esa libertad convertía todos nuestros juegos en fantásticas aventuras. Con nosotros siempre estaban dos chicas del barrio: Estela vivía frente a mi casa, y era la que se encargaba de conseguir cigarrillos en un kiosco donde la madre tenía cuenta corriente; Andrea era la hermana menor del gordo y no siempre participaba de nuestros juegos. Alguna vez estuvimos solos con Estela cosa que ocasionó nuestros iniciales juegos sexuales. No recuerdo haber tenido experiencias previas, pero ella algo sabía porque había intentado con un primo que vivía en el campo. Nos desnudábamos sobre unas tablas que tenían la apariencia de largas mesas y allí nos prodigábamos todo tipo de caricias y besos. Recuerdo que lo que más le gustaba era agarrarme con toda su mano el pene (por ese tiempo yo había descubierto su prodigiosa variabilidad) y apretarlo hasta que las venas se hincharan y latieran, y la cabeza se tornara de un morado azulino. Fracasando en la penetración nos conformábamos con una refriega que nos ponía la piel al rojo vivo. Sus pechos eran apenas dos botones incipientes y oscuros que se ponían durísimos e inquietos cuando les pasaba mi lengua y los llenaba de cosquillas.
Un día vino también Andrea y Estela quiso mostrarle nuestros juegos, saqué mi juguete que antes de salir ya se había puesto duro y grande,
cosa que de inmediato la asustó. Estela insistió y logró que Andrea se bajase la bombacha, pero fue necesario que primero se la sacase ella. Andrea no tenía el mismo desarrollo que Estela y el pubis apenas si dejaba ver la sombra de un vello rubio y transparente. Después hizo que me lo agarrara. Por un momento sentí las cuatro manos sobre él. Estela me besó como para mostrarle cómo debía hacerlo, Andrea tenía los labios fríos y rígidos y no permitía que yo le metiese la lengua, mientras tanto sus manos apretaban mi juguete ayudadas por la mano de la otra. El miedo (y un poco la timidez) comenzaba a desaparecer, pero aún se la veía medio dura parada ahí, con la bombacha arrugada a la altura de las rodillas, cosa que entorpecía sus movimientos y la hacía algo ridícula. Yo me había reclinado en una pared y quería que se apoyase, pero mi juguete la daba miedo, decía que eso le dolería, Estela le decía que no, que era lindo, que daba como una cosquilla, y le mostraba cómo lo hacía ella, después la tomaba del brazo y la arrastraba contra mi cuerpo. Cuando comenzamos a refregarnos con confianza dijo que sí, que quería probar. Entonces fuimos hasta donde estaba la mesa y le enseñamos cómo debía ponerse. A mí, en ese momento, me daba un poco de miedo porque me parecía que, al ser más chica que Estela, realmente le podía llegar a doler. En ese momento oímos la voz del hermano que venía a buscarla, alcanzamos a vestirnos a tiempo, pero el gordo sospechó algo y se la llevó de mal humor (desde ese día, siempre que él se iba se llevaba a su hermana).
Nos quedamos un rato más, solos; volvimos a desvestirnos y seguimos jugando, en un momento sentí como que una barrera cedía, y Estela gritó.


ELLA:
Mi tía tenía sólo dos años más que yo, fue ella quien me enseñó todas las cosas de la vida. No sé si supo la importancia que su imagen tuvo para mí. Recuerdo que su risa, o mejor: un gesto a medio camino entre la risa y la carcajada, lograba extasiarme. Era el prototipo de la belleza y la desenvoltura, a su lado yo era una chica torpe y tímida. Los fines de semana generalmente los pasaba en casa y lograba convertirme en su sombra. Dormíamos en la misma cama ya que no había otra, aprovechábamos esa ocasión para contarnos todo aquello que no debían escuchar los mayores, aunque debo reconocer que la que abundaba en secretos era ella que, durante la semana, se veía con un muchacho de un curso superior. Me contaba todo lo que hacía con él, y como yo no había tenido experiencias con ningún varón, trataba de hacerme sentir lo que ella sentía cuando la besaban, o acariciaban. Murió muy joven de una enfermedad desconocida, fue toda una conmoción para la familia, pero para mí fue terrible. Su ausencia se potenció y tardé mucho tiempo en acomodarme a esta soledad; sobreviví, y creí que podría prescindir de su estrella. Después ocurrió lo que ocurrió en casa y decidí que no debía soportarlo, y escapé.


AUTOR:
* El conocimiento sobre uno mismo comienza por el autoerotismo. Toda extensión erótica posterior es una mirada sobre los demás, una búsqueda, una manera de conocer, mirada que nos devuelve a nosotros. En ‘Memorias de Adriano’, de M. Youcenar, encontré reflexiones que apuntalan estas ideas, estas intuiciones. En la Biblia hay expresiones tales como fulana no había conocido hombre; todos sabemos a qué refiere ese ‘no había conocido hombre’, pero ¿qué significa?
* Recuerdo siempre una escena que vi hace años en la película ‘El Ansia’, no sé qué me provocaría si la viese ahora. Dos mujeres, la imagen trata de dar cuenta de lo que siente una de ellas (la víctima) y lo que verdaderamente ocurre; se besan, se acarician entre velos (posiblemente mi recuerdo no coincida puntualmente con el filme), una muerde a la otra. Un plano me dio la impresión de una dulzura, una ternura sin límites, el otro ahondaba en la morbosidad, tal vez el contraste fijó esa imagen para siempre.
* Un texto, un viejo borrador de un relato de ciencia ficción que intenté hace unos años, ‘Beatriz Llueve’ (larga historia la de las Beatrices en la literatura de Occidente). Se anunciaba el advenimiento de computadores de gran poder basados en algo que los especialistas llamaban memoria líquida. Imaginé, entonces, un apocalíptico mundo de posguerra con largas peregrinaciones de sobrevivientes en busca de agua. Mi personaje, una especie de vagabundo, encuentra, alborozado, una laguna y se baña en ella. La pequeña laguna era una mujer artificial que se enamora de su bañista, lo excita hasta que es descubierta. Él evita lo imposible de tal relación, se va, pero su deambular es sorprendido por una lluvia (al igual que el hallazgo de la laguna, esto es algo fuera de lo común dentro de la lógica del mundo en que le toca sobrevivir), el caminante piensa si acaso esa lluvia no se llamará Beatriz.
* Si Lolita, de Nabokov, además de deleitarme, me hizo pensar en las enormes posibilidades formales de la prosa (gran mérito del traductor que logró volcar a otra lengua parte de aquello que de antemano se considera perdido), Ada, or Ardor (traducido al castellano como Ada o el Ardor, inevitablemente traicionado el juego fónico del original) me conmovió profundamente. Si bien la obra disparadora de este relato, para ser honestos, fue una trasnochada lectura de ‘Lo Imposible’, de Bataille, ahora creo que la potencia de Ada... merodeaba.
* El personaje novelesco... Luego del estereotipo, el personaje de la novela era aquel que en base a los distintos acontecimientos evolucionaba. Es decir, la fábula imponía los cambios en su carácter. Más adelante el realismo lo puso en su clase, lo dotó de un habla que lo diferenciaba, lo marcaba y nuevamente lo metía en el corsé del estereotipo (el propio Borges dijo alguna vez que le dieran una manera de hablar y ya tendría un personaje). Particularmente creo que diariamente adaptamos nuestro discurso a las situaciones, a los lugares y en relación a nuestro interlocutor. Llevado a la literatura (que siempre persigue lo real, aunque no lo alcance) el personaje se define siempre en relación a otro, y alcanza todo su relieve respecto de un tercero.
* No quería escribir versos
No quería escribir prosa
Escribí...