4/20/2008

EL HUMO DE LA CALLE

No sé. Pienso que el humo de la calle nos envuelve en un manto de cultura y naturaleza difícil de separar. La gran ciudad se olvida de la diversidad en su propia multiplicidad y alguien, tal vez un hombre, espera solo el amor de su vida, tal vez una mujer, impoluto mientras su amor se descose en cada encrucijada o con juguetes gelatinosos que huelen y saben a esencia artificial de frutillas demuele los colchones de gran tamaño mientras en la tevé una murga le trae recuerdos de su amiga vestida con flores de mostacillas y tipografía anárquica que sacude la horma de sus pechos al ritmo de un tambor huérfano. En la radio nos dicen qué bebida beber y el spam de los carteles urbanos nos atiborra de imágenes lésbicas mientras los chicos de la calle ofrecen su servicio rápido y espumoso de limpiavidrios al paso mientras sus amigos fuman en un rincón meado por perros y borrachos y sueñan con ayuda porque ya solos ni soñar pueden. Una mirada que se pierde en el serpentear de las callejuelas con subidas y bajadas y en un ciber los autómatas se me parecen y todos se me parecen mientras ella entra y yo la sigo y me apoyo en una mesa recién abandonada con el tapiz pegoteado de café y mermelada y la vuelvo a seguir con la mirada que se posa en la misma pantalla donde explota el sexo sin perfume de dos niñas que parlotean mudas antes de darse un mordisco y luego sanarse con sus propias lenguas y ella mirando sabe que otros la miran pero también eso es ya naturaleza y no pasará de allí hasta que una de sus manos se hunda entre sus piernas un segundo como para contener algo que se le escapa algo que se le va mientras sube por su garganta y la tersa barbilla le tiembla apenas lo suficiente como para que yo sepa que está viva y que, quizá un hombre, la espera en otra ciudad otro mundo sin haberla conocido solo de soñarla para que otro, quizá otro hombre, aburrido de pensar hacia dónde va se ponga a escribir su historia solitaria, otra más de las tantas repetidas, y acierte en un concurso de literatura demodé y gane un premio ínfimo que lo catapulta al abismo de la fama efímera, para volver a la nada.

Pienso que cuando ella sale el humo se ha vuelto brisa, y una llovizna le moja el pelo; que en un horizonte cercano los picos de los cerros lucen blancos, pero no lo sabe aunque pueda imaginarlo y no sé si levantarme de aquí y seguirla y arrebatarle a ese otro hombre el amor de su vida y en una esquina tirarme sobre ella y convertir la historia romántica en una película de cuarta donde el amor es tan fácil como pagar la entrada a un cine. No sé si levantarme por más que ella vuelva la cara para verme como si yo también fuese una pantalla, un monitor que arroja gemidos y babeos y movimientos rítmicos como en una extraña espiral de candombe de verano, para acercarme y morderla hasta que despierte y abra los ojos y que ellos vomiten las últimas imágenes del fin de los tiempos, imágenes que de tan repetidas ahogan su diversidad.

Me quedo donde estoy, sonriendo, sonriendo estúpidamente, total, nadie me ve, nadie tropieza conmigo y soy otro que en algún lugar una historia espera hasta desdibujarse.

3 comentarios:

anais dijo...

Solo una pregunta...

Por qué la mudanza?

:s

P.

Jorge Alberdi dijo...

hace rato que tengo en elaboración este otro, pero no alcanzaba a terminarlo. Buscaba una nueva estética. Por ahora estoy probando.

Tino Hargén dijo...

felicitaciones Ventrilocuo, renovar la estética es vivir, este nuevo formato oscurece para aclarar...


abrazo