10/27/2008

LA ESPERA


Hoy, cuando llamaste a primera hora, supe que por la noche había vuelto a soñar con vos.
No lo dije, no era la circunstancia adecuada; el manos libre no brinda la intimidad necesaria para una confidencia de este calibre. Probablemente te dieras cuenta del silencio inicial, aunque también pudiste asociarlo a mi sorpresa: después de todo, hacía tiempo que no llamabas. Pero ese momento de suspensión correspondía al déjà vù que como flashes, o espasmos, despertó una segunda conciencia, borrosa, o mejor: fragmentaria.
Mientras hablábamos, y tu amiga se sumaba a la conversación, me preguntaba si, de no haber mediado el artilugio tecnológico por el cual un diálogo se puede transformar en una conferencia, te lo hubiese contado, aunque sea para tu regodeo personal. Ambicioso en la experiencia, trataba de sostener el hilo de la conversación y reconstruir a la vez lo soñado, porque sé que la vorágine del día dilapida el tesoro de esa vida paralela. Querías decirme, o advertirme algo importante, sin embargo terminamos con palabras superficiales y distantes, una conversación casi de ascensor. La distancia y el tiempo, paulatinamente, nos fueron llenando de un pudor infantil que, como una pátina de aceite, impermeabilizaba cualquier afecto sospechoso de pasión. Apenas cortamos, lo lamenté, aunque bien sabía que para ambos era una suerte, nos evitaba una nueva catástrofe emocional, de las cuales, cada uno por su lado, teníamos demasiadas.
Cerca del mediodía me reuní con uno de los escritores, a quien conocí en oportunidad de compartir una mesa de lectura, que presentaría su libro en la feria. Daniel, el fotógrafo del diario no había llegado aún, pero el hombre venía armado con unas copias que enviaba la editorial. Imágenes de la tapa de otro libro, próximo a lanzarse, y unas cuantas de él mismo en pose de solapa. Mientras calentábamos la conversación para el reportaje yo pasaba revista a las fotos casi automáticamente, sin verlas. Como una traición a la vigilia se coló una que correspondía a mi sueño reciente. Duró un segundo, enseguida comprobé que era un espejismo. Sin embargo, tu imagen desnuda con la cabeza baja frente a la mesa, en una habitación oscura, aguardando, mientras el cigarrillo consumía tu espera de mí, se fijó cruel en la retina. Pedí disculpas al entrevistado y me levante de la mesa para dirigirme al baño. Lavé mi cara con rabia, como si quisiera desprender o borrar una cicatriz que me acusaba. Comprobé en el celular un mensaje tuyo en el que decías que en cuanto pudiese, llamara.
Cuando regresé encontré a nuestro escritor charlando con Daniel que encastraba, ducho, los artefactos de su herramienta. Un francotirador preparándose para abatir a su objetivo, imaginé.
La entrevista siguió por los carriles esperados; yo tenía el oficio para las preguntas y él para las respuestas. Me reservé las finales para ese otro libro que en pocos meses estaría en las reseñas de los suplementos culturales. Me dijo que en realidad, si bien ya había entregado los primeros capítulos y acordado el título con la editorial, aún no lo había terminado. Estaba bloqueado, y no podía avanzar, nunca antes le había pasado. Me pidió que esto no lo publicara, lo comentaba a título de colega. Era una historia de amores prohibidos y cruzados (yo me preguntaba: hoy día qué sería un amor prohibido).
Podría decirte que una historia común para los tiempos en que vivimos. Tanto él, Andrés, como ella, María, tienen cada uno una familia con hijos chicos. Se conocen a través del trabajo en una empresa con sede en varias ciudades. Comparten horas juntos; proclives a la seducción, juegan y en el juego se atraen. Pero María a su vez vive un amor secreto desde hace un par de años con Claudio; él también tiene su propia familia. Claudio trabaja en otra sucursal de la misma empresa. Es quien la ha puesto frente al error inicial. Quien, de algún modo, despertó aristas de su personalidad que desconocía, una cabida para el amor que no había imaginado antes. No tiene dudas, lo ama con todas las letras; lo anterior fue como una ilusión, un deslumbramiento que confundió con amor durante años, un rol que le crearon y que asumió para una película de pueblo, pero de esa ilusión nació una hija a la que adora. La energía de María se diluye, por un lado, en salvaguardar la máscara del matrimonio, que considera una burbuja para su hija, sin dejar de encontrarse cada vez que puede con Claudio, y, por el otro, en ser excesivamente eficiente en su profesión. Ninguno de los hombres se conoce entre sí. María está muy segura acerca de la intensidad de su pasión, sin embargo no deja de atraerle Andrés, con quien ha desarrollado una intimidad siempre a riesgo de ir más allá de una amistad llana. Alguien que vibra en una frecuencia diferente, en la que se reconoce y a quien puede confiar hasta su mayor secreto. Sucumbir a una nueva pasión la aterroriza, siente que la pondría al borde de la disolución de la persona íntegra que se creía, la imagen ordenada y cabal que fue construyendo de sí misma y que ya Claudio resquebrajó.
Una serie de acontecimientos pone distancia entre María y Andrés, pero el lazo se mantiene y es allí donde no puedo hacer avanzar la novela; los personajes empiezan a repetirse. El último capítulo la encuentra a María que ha viajado a otra ciudad, previamente ha realizado una serie de llamadas telefónicas y ahora está en una habitación humilde y sombría, donde la única luz entra por una pequeña ventana, se desnuda como si se desvistiese de sí y de su vida y se sienta frente a una mesa, enciende un cigarrillo mientras espera.
Bueno amigo, continúa diciéndome, el problema es que no sé a quién espera, si a Andrés o a Claudio. No puedo resolverlo desde hace más de un mes, los editores se impacientan porque tienen el lanzamiento programado. Creo que la pobre María se va a pescar un resfrío, en la medida en que yo no encuentre cómo continuar la historia.

4 Blogueros Apaches en la Feria del Libro Rosarina

No hay feria que no nos incluya ya ¿Exotismo o Fenómeno? ¿no seremos la pesadilla de J.P. Feinmann?
ver >>> EL Fantasma

10/25/2008

Signo Ascendente

Historia poco conocida sobre el Surrealismo en Argentina
Signo Ascendente

Rubia tetona y papafrita y negra incómoda

en Wimbledon >> ¿Dónde están mis papas fritas?

10/23/2008

GANGTER, la verdad de las palabras

"Parece no haber acuerdo sobre la grafía en español de esta palabra de origen germánico, que nos llegó a través del inglés. En efecto, el Diccionario de la Academia la incluye como gánster, mientras que el Diccionario de uso del español, de María Moliner, con la grafía gángster, la define como ‘bandido; malhechor que constituye con otros una banda’. El académico Manuel Seco, en su Diccionario de dudas, registra ambas formas, aunque señala como principal la que aquí utilizamos.El término fue acogido por la prensa en lengua española como reflejo de las malas traducciones de las películas de Hollywood, de modo que la etimología debemos buscarla en el inglés, lengua en la cual se refiere al que forma parte de una gang o banda de delincuentes.Gang proviene del noruego antiguo gangr, que lo tomó del verbo germánico ganggan ‘ir’ y de éste, el escocés gang, con el mismo significado. En escocés adquirió el sentido de ‘trayecto recorrido en una jornada’ y también de ‘conjunto de cosas cargado en una jornada’. Hacia fines del siglo XVII, gang era en escocés ‘un grupo de trabajadores’ y unos años más tarde, ‘un grupo de personas que actuaban en conjunto para un propósito dado, generalmente indeseado, incluso delictivo’."
(LA PÁGINA DEL IDIOMA ESPAÑOL - http://www.elcastellano.org La Palabra del día).

¿Prejuicios o Ideología? Está claro cómo a través de la historia de las palabras, encontramos, valga la repetición, la Historia. He aquí cómo el concepto de 'trabajadores' está asociado a 'delincuentes'. Es verdad, quién lo duda. Gracias a dios están los inversores; los políticos; los agentes del orden o de la ley; los terratenientes; los sindicalistas, toda gente de bien que nos defiende de los Gangter, o Gangster, y hacen de este mundo un lugar más digno y justo.

A la crónica le falta agregar, ya que hablamos del 'escocés', que también estos trabajadores eran alcohólicos, lo que contribuyó a su transformación ¿o será un pejuicio mío?

Filosofía de la ancha pampa

"En la vida nada hay seguro". En la Argentina, hay que multiplicar la sentencia por 28.

10/19/2008

SOPA DE CHAMPIÑONES

Inicial inspirador, luego de dadaístas y surrealistas, de convicciones creativas, Warhol era el referente que validaba nuestras acciones durante los fines de la década del 70, en una ciudad pequeña del sur de Santa Fe, como todas, un poco timorata y mucho de conservadora. Hasta inauguramos una exposición de arte popbre, cuyos elementos plásticos básicos eran papeles fotocopiados y pan duro, con el cual habíamos realizado algunas esculturas.
Años después, cuando los militares se dignaron a dejar el poder impulsados por su propio desmesurado fracaso (por más que nuestros políticos digan que fue una batalla que ganaron ellos junto al pueblo, la realidad que cualquier historiador serio documentaría es que se cayeron solos, de a pedazos), abandoné mi estado de confort y me fui a Rosario a trabajar y estudiar.
La democracia nos trajo al Austral como moneda, y una inflación nunca antes experimentada.
Siempre en los momentos de malaria, alguien te tira una soga. Yo tuve una hada madrina que en realidad era la madrina de una novia de esos años, que tenía un almacén de barrio (aún las cadenas de los grandes supermercados no habían aniquilado los emprendimientos de pequeños comerciantes). Entre las estanterías tenía unas latas de sopas de champiñones que vaya uno a saber cómo habían caído por ahí. Los chef de programas televisivos como Inutilísima o El Gourmet aún no habían iniciado la ciclópea tarea de pulir el paladar de la clase media argentina, por lo cual, una sopa de hongos no resultaba deseable para nadie, por más que fuese importada. Tampoco a mí, en situaciones normales, se me hubiese dado por degustarla, pero el hambre que pasaba, más lo barato de su precio, y un pequeño plus, me llevaron a preguntarle a Lisa (así se llamaba mi hada) el por qué del bajo costo. Me dijo: ‘no se vendió ni una lata, y dentro de poco vencen’. Le pedí que me las reservara, que todas las semanas le compraría algunas. Hizo algo mejor: juntó las latas en dos cajas y me las regaló.
Fue así que durante casi dos meses, el menú nocturno consistía en un tomate, una lata de champiñones marca Campbell y, eventualmente, alguna fruta. No había noche, frente al objeto vacío ya de utilidad práctica, que no hiciese un espacio a la evocación de Andy, y a Lisa, se entiende. Un lujo en épocas duras.

10/13/2008

HOY LLOVIÓ

Hacía tiempo que no llovía así, copiosamente. Este adjetivo lo debo haber sacado de una novela. Una sana decisión sería no utilizarlo porque la oración parece demasiado literaria. Al menos es lo que recomiendan los buenos escritores; la mejor literatura es aquella que no se parece a la literatura sino a la realidad. Puede que tengan razón, no lo sé. Pero me he puesto a pensar que ‘copiosamente’ es la palabra con la que adjetivé la lluvia al momento de hablar con mi esposa y mi madre acerca de cómo llovía hoy. Lo cierto es que a menudo utilizo frases de los libros en mi habla diaria, o giros verbales no muy comunes, que no tienen ya que ver ni siquiera con las traducciones actuales. Claro, he leído durante mucho tiempo libros baratos, de ediciones baratas quiero decir, cuyos traductores eran españoles, y lo fui incorporando a mi vocabulario personal. Es raro que no se me ocurra decir, por ejemplo,’ voy a por’, cosa que siempre me causó gracia.
¿Está mal que hable así? No quiero decir que hablo todo el día como si fuese una novela que alguien lee en voz alta, pero sí que buena parte de mis expresiones están anquilosadas. Después de todo, que yo haya escrito que llovía copiosamente, no está tan lejos de las recomendaciones de los popes ¿acaso no soy una persona de carne y hueso que habla de esta manera tan rebuscada?
Conversábamos sobre la lluvia y terminamos hablando de los diferentes tipos de techos. No es raro que derivemos en conversaciones que tienen que ver con la arquitectura, a mí me gusta construir casas, creo que ya lo dije en otra oportunidad. Hoy los techos de chapa se usan más que antes, aunque todavía quedan resabios de algún prejuicio. El costo de hacer un techo de chapa no es muy diferente que el de material o el de tejas, solo que todavía se asocia la chapa a las casuchas de las villas miserias. No quiero comparar, dije, pero a mí me gusta oír la lluvia en un techo de chapas, siempre y cuando no tenga goteras. Esa es la diferencia.
No dije qué otros recuerdos me trajo la lluvia.

10/12/2008

LO QUE NO CAE DEL CIELO

Aunque lloviesen objetos de lujo y regalos, como en la espantosa publicidad de la que doy cuenta en el post anterior, no serviría.
Las cosas deben venir de la tierra, y de otra humanidad.
Otra Muestra: >> Chaco bien adentro >> http://www.clarin.com/diario/2008/10/12/um/m-01780126.htm

10/08/2008

TODO LO QUE CAE DEL CIELO

1) Una evocación fantasmal >> Los vuelos de la muerte

2) No todo es llovizna. Dos años, parece que nada cambia, solo la rentabilidad. Ni el gobierno con sus organizaciones, ni el campo salvador de la patria cuyos patrones devienen en modernos piqueteros:

http://archivo.lacapital.com.ar/2006/12/09/region/noticia_349625.shtml
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elpais/subnotas/1-32167-2008-04-08.html