4/02/2010

Dialoguitos

— Pero yo le dije que no me siguiera, y usted lo hizo…
— Se equivoca, muchacho, no lo seguí. En todo caso, caminamos el mismo camino.
— ¿Le parece?
— No
— ¿Entonces?
— Entonces… usted pregunta demasiado ¿no le parece?
— Ahora es usted el que pregunta
— Volvemos a empezar; yo lo sigo; yo pregunto ¿qué más?
— Nada.
— ¿Nada?
— Sí, nada. Usted por su camino, y yo por el mío.
— Qué fácil. Cada uno por su camino. Como si no fuese ese el problema…
— Qué problema
— Empezamos de nuevo con las preguntas capciosas
— ¿Capciosa? Capciosa sería una argumentación, o una sugerencia, para arrancarle una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca a algún propósito mío.
— Bueno. Y qué. No hace eso. Confundirme para que nuestros caminos coincidan.
— Pero si soy yo quien le pidió que no me siguiera…
— Y por qué está tan seguro de que yo lo sigo. Pienso que es al revés ¡Usted me sigue a mí, jovenzuelo!

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