10/19/2008

SOPA DE CHAMPIÑONES

Inicial inspirador, luego de dadaístas y surrealistas, de convicciones creativas, Warhol era el referente que validaba nuestras acciones durante los fines de la década del 70, en una ciudad pequeña del sur de Santa Fe, como todas, un poco timorata y mucho de conservadora. Hasta inauguramos una exposición de arte popbre, cuyos elementos plásticos básicos eran papeles fotocopiados y pan duro, con el cual habíamos realizado algunas esculturas.
Años después, cuando los militares se dignaron a dejar el poder impulsados por su propio desmesurado fracaso (por más que nuestros políticos digan que fue una batalla que ganaron ellos junto al pueblo, la realidad que cualquier historiador serio documentaría es que se cayeron solos, de a pedazos), abandoné mi estado de confort y me fui a Rosario a trabajar y estudiar.
La democracia nos trajo al Austral como moneda, y una inflación nunca antes experimentada.
Siempre en los momentos de malaria, alguien te tira una soga. Yo tuve una hada madrina que en realidad era la madrina de una novia de esos años, que tenía un almacén de barrio (aún las cadenas de los grandes supermercados no habían aniquilado los emprendimientos de pequeños comerciantes). Entre las estanterías tenía unas latas de sopas de champiñones que vaya uno a saber cómo habían caído por ahí. Los chef de programas televisivos como Inutilísima o El Gourmet aún no habían iniciado la ciclópea tarea de pulir el paladar de la clase media argentina, por lo cual, una sopa de hongos no resultaba deseable para nadie, por más que fuese importada. Tampoco a mí, en situaciones normales, se me hubiese dado por degustarla, pero el hambre que pasaba, más lo barato de su precio, y un pequeño plus, me llevaron a preguntarle a Lisa (así se llamaba mi hada) el por qué del bajo costo. Me dijo: ‘no se vendió ni una lata, y dentro de poco vencen’. Le pedí que me las reservara, que todas las semanas le compraría algunas. Hizo algo mejor: juntó las latas en dos cajas y me las regaló.
Fue así que durante casi dos meses, el menú nocturno consistía en un tomate, una lata de champiñones marca Campbell y, eventualmente, alguna fruta. No había noche, frente al objeto vacío ya de utilidad práctica, que no hiciese un espacio a la evocación de Andy, y a Lisa, se entiende. Un lujo en épocas duras.

3 comentarios:

anais dijo...

Me acuerdo muy bien de aquellos años... Años q para mí fueron capitales en la hora de elegir el modo de vida a seguir, ya q el mundo empezaba a girar para mí más allá de la cuadra de mi casa.

En q consistió ese "y un pequeño plus"... Sabe Ventrílocuo, usted, a veces, es la versión masculina de la princesa Sherezada, siempre nos deja picando, dirían en el barrio.

Besote, Gerogie.

Güena salú y malos istintos.
a!
AxC

PD: Espero noticias a cerca del ensayo sobre cuartetos. En la lista de correos de la AAM (Asoc aargentina de Musicología) hubo buena recepción de ese trabajo, a si q me gustaría tener alguna referencia.

PD2: abpsfdq

Anónimo dijo...

Anais:
esta vez no hay mucho misterio, el plus era la marca justamente, que nunca ímaginé encontraría en un almacen de barrio en la Argentina. Hay que tener en cuenta que en esos años, lo más sofisticado que encontrábamos acerca de sopas, era el 'cubito'.
Ahora la misteriosa sos vos ¿qué significa la PD2?
En cuanto al libro, aquís se presentó en la feria del libro en setiembre y fue un record.

Anónimo dijo...

gran historia, jorge, besos!